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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, guerra, violencia, cobardía, Medio Oriente
Desde que tengo uso de razón, ser hombre disque va de la mano de ser valeroso, entrón y, aunque menos aplaudido, aventado y desenfrenado. Lo contrario, usualmente emparentado con lo femenino y la homosexualidad, es ser delicado, mesurado y, de plano, cobarde. Una persona, en estos términos, suele ser llamada en nuestra jerga “sacatón”, “mariposita”, “marica” o “gallina”. Antes que otra cosa quiero aclarar que ni en lo femenino, ni en lo homosexual encuentro visos de cobardía, delicadeza o mesura y que en lo masculino tampoco encuentro valentía, bravura, intrepidez o tozudez. No comulgo con esas categorías, aunque lo haya hecho en algún momento de mi vida, pues sé que todos tenemos miedos y los enfrentamos de la mejor manera posible: he conocido a mujeres y he tenido amigos homosexuales que se enfrentan a la vida con entereza, valor y honestidad, lo que los hace ser infinitamente más íntegros que cualquier machirrín de poca monta. Por otro lado, he visto muchos machos violentos, deudores alimenticios, golpeadores de mujeres y niños, bebedores y otras lacras, ultra piadosos y críticos con los demás y que, por todo lo anterior, me demuestran su cobardía frente al valor que requiere enfrentarse a nuestros propios monstruos y asumir con entereza y amor los cambios que el mundo necesita.
Dicho lo anterior, quiero centrarme en ese epíteto que, como dije, suele endosarse a cualquiera que se juzgue cobarde: gallina. Y esto viene a cuento en el mundo actual pues es una manera de referirse al oligofrénico de la Casa Blanca, Donald Trump. Me explico: desde hace semanas, en redes sociales y en medios de comunicación de Estados Unidos, a este personaje se le puso el mote de “TACO” que es un acrónimo de “Trump always chickens out” que podría ser traducido como Trump siempre se acobarda, o se echa para atrás, o “le saca” o, si se quiere, “le da culo”. En inglés, “chicken” es gallina, lo que querría decir que el naranja amigo sería un gallina; el mote le vino pues es lo que ha hecho constantemente con sus juegos arancelarios con todo el mundo: aventura un arancel estratosférico del 50 por ciento a lo que sea y a las dos semanas se echa para atrás en un juego perverso que trae al mundo en vilo. A manera de pitorreo, tanto sus amigos como enemigos, le inventaron este apodo para invitarlo a que tome las decisiones como quien dice, con “huevos” -vaya expresión más misógina, lo siento-; lo peor del asunto, es que ya cumplió: no le tembló la mano en esta ocasión, al parecer tomó una decisión impulsiva y de paso nos metió en el camino de una posible Tercera Guerra Mundial.
En efecto, hace unos días, Trump amenazaba con cometer otro acto bien “TACO” y amenazó a Irán con que en dos semanas tomaría la decisión de si los atacaba o no; sin que nadie lo viera venir, a los dos días, lanzó el ataque vaticinado, al parecer con poca vacilación y en la comodidad de su sala oval, no en el frente de batalla. Ya no se acobardó, según se dice; se comportó de forma artera, deshonesta y mañosa, eso sí, además de haber violado todo tipo de leyes y acuerdos internacionales al atacar a Irán… pero ya no quedó como un gallina… ahora simplemente es un sinvergüenza. ¿Será que Trump, como niño en patio de escuela, a la fuerza de que sus compañeros y amigos -entre ellos, un gandalla “buleador” llamado Netanyahu- lo criticaran por ser una débil gallina, decidió lanzar un ataque artero y vil a Irán, sólo para demostrar su gran valor? Eso parece. Y es que, cuesta mucho trabajo no ver en los liderazgos actuales, concretamente entre Israel y Estados Unidos, lo mismo que Rusia y otras potencias, a un grupo de chiquillos caprichosos, bien machos, que, escudándose en la idea -bien macha- de proteger a sus conciudadanos, cometen todo tipo de atrocidades; como padres mandones, como maridos abusivos, utilizan la violencia para ejercer su poder frente a otros más débiles. Y, al hacerlo, demuestran vileza, ambición desmedida, deshonestidad (son terriblemente incapaces de cumplir acuerdos), corrupción, pero, sobre todo, cobardía. El “TACO” por fin dio un manazo en la mesa para demostrar que no era gallina; pero, con todo, se sumó a la enorme lista de hombres machos que no han entendido que el auténtico valor, el coraje y la calidad humana, está en la sensibilidad, en la integridad y la solidaridad. ¿Dije una ingenuidad? Puede ser, pero me queda claro que hombres como Trump, Netanyahu y Putin no son más que unos cobardes, sumamente peligrosos porque están en el poder, pero cobardes al final de cuentas.
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