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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, obesidad, nutrición, familia.
Llevo años luchando con las subidas y bajadas de peso producto del cambio de metabolismo y de mi dificultad para cerrar la trompa. Ahora que llevo tiempo haciendo un ejercicio que demanda (medio maratón), pues le he entrado con fe a la comida y eso me ha hecho subir más kilos de los que debería y a complicarme el ejercicio. Lo que hice, como haría cualquiera con dos dedos de frente, fue acudir a un especialista en nutrición. La nutrióloga checó todos mis niveles, me encargó estudios de sangre y de orina y me diseñó una serie de menús para bajar de peso y a la par, tener la suficiente energía para continuar con los retos que me he propuesto. Al hacerlo, me di cuenta de varias cosas que vienen perfectamente relacionadas con esta columna. Primero que nada, desde hace años cocino y no lo hago mal por lo que no encontré problema con los platillos pues perfectamente puedo elaborarlos. A su vez, tampoco tengo reparos en ir a comprar todo lo necesario pues conozco las tiendas y mercados, he adquirido frutas, verduras y vegetales diversos (puedo saber qué aguacates comprar) y sé dónde conseguir el pollo, el huevo y otros suministros y sé cómo pedirlos. Conozco qué marchante o marchanta son los que venden más caro y cuáles más fresco. Y aquí viene el primer cuestionamiento: ¿la extensa comunidad macha que está allá afuera puede decir lo mismo? ¿Serían capaces de asumir la compra y la confección de todo lo necesario? Aunque sé que cada vez hay más hombres que se responsabilizan de estos asuntos, hay una inmensa mayoría que, en lo tratante a la comida del hogar, no mueven un dedo; lo único que hacen es extender el plato para que les sirvan y eso cuando no esperan que se sirva sola la comida.
En segundo lugar, siguiendo este mismo hilo, ¿qué pasa cuando a quien le dan el menú es una mujer? Lo más seguro es que no tendrá ningún problema porque, en general, es a las que les asignan desde pequeñas el papel de cocineras junto con su madre. “Deben asumir el rol histórico que les corresponde” dirán los más machos por acá. ¿Y qué sucede cuando de lo que se trata es de que todos en casa se encuentran a dieta? Pues que la mujer habrá de encargarse de todo lo necesario pues los machirrines del hogar -padres e hijos- son incapaces de cocinarse un huevo. Para colmo, si como sucede con la gran mayoría de los hogares mexicanos, tanto el padre como la madre tienen que trabajar, pues la cosa se jodió peor, pues ella ha de hacerse cargo de comprar todos los ingredientes, cocinar sano, organizar los menús, prepararlos para marido e hijos y, después, irse a trabajar también. Si de casualidad tiene una hija, bueno, siguiendo los patrones patriarcales, pues tendrá quien le ayude; de lo contrario, ella lo hará sola. ¿Qué sucede si no lo logra? Pues será la culpable de la obesidad de toda la familia por no haber conseguido partirse en diez para garantizar cumplir con todo. Y esto es contando con que la familia tenga la posibilidad de ir al nutriólogo. Si no, habrá todo tipo de alimentos industrializados, refrescos y comida rápida o congelada. ¿Y el machirrín de su esposo? Pues se victimizará con los demás de la familia cómodamente sin asumir su responsabilidad en la obesidad de la familia y la suya.
Estos factores sumados a la gran variedad de porquerías que venden en el mercado son los culpables de que existan altísimos niveles de obesidad en nuestro país. El patriarcado contribuye soterradamente al mantener las estructuras de poder dentro de los hogares sin hacer responsable a los machos ni de su salud ni de la de los demás. Para empezar, es poco frecuente que estos machos vayan al médico, pero mucho menos que vayan al nutriólogo. “¿Cerrar el pico?, ¡para nada, yo puedo comer lo que yo quiera, para eso soy hombre!” dirá por ahí cualquier imitador de Pedro Infante. ¿Tocar ollas y sartenes?, “pues ni que fuera vieja”. Ya no digamos medir porciones, saber de ingredientes sanos o equilibrar el gasto con lo necesario -comer sano no es tan barato, la verdad. Es muy frecuente todavía que médicos y nutriólogos instruyan a sus pacientes varones que le pasen el menú a sus madres, esposas o hermanas para que les cocinen, conservando el ciclo tal cual. Es necesario que cada uno, hombre y mujer, nos hagamos cargo de nuestra alimentación, tanto porque eso nos hace ser partícipes en nuestro mejoramiento como porque permite ir destruyendo las estructuras patriarcales que tanto daño nos hacen. ¿La obesidad es patriarcal? Sin duda, por lo antes expuesto, es uno de los factores principales.
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