Celebra Diego, hoy con 19 años, su historia de vida junto a sus madres
Patricia Roldán Tovar y Mariana Osiris Martínez Mendoza se conocieron cuando eran adolescentes, en los pasillos de la preparatoria. Paty tenía 17 años y Osi apenas 16, pero desde ese primer encuentro supieron que sus vidas estarían unidas por algo más que una amistad. Era el inicio de los años noventa, en un México —y una Puebla— profundamente conservadores, donde ser diferente significaba muchas veces ser señalado.
A pesar del contexto, ambas decidieron comenzar una relación. Lo hicieron en silencio, resguardadas por su amor y por el deseo compartido de vivir su verdad. “Hemos vivido más tiempo juntas que separadas”, cuentan hoy, con la serenidad de quienes han recorrido un largo camino de aceptación y resistencia.
La violencia y la discriminación hacia personas de la diversidad sexual, eran dolorosamente comunes en esa época. Pero Paty y Osi no se dejaron vencer. Juntas construyeron una relación sólida que evolucionó con los años, primero como un noviazgo adolescente, luego como una unión estable en la que compartieron techo, sueños, negocios y, eventualmente, el deseo de formar una familia.
Ser madres fue un anhelo que tardó años en cumplirse. La primera opción fue recurrir al hermano de Osiris como donador, pero la compatibilidad genética no fue favorable. Entonces acudieron a su ginecólogo, quien también pertenece a la comunidad LGBTTTIQ+ y comprendió con claridad su situación. Fue él quien les propuso una última opción: pedir el apoyo de un conocido sano y de confianza. A pesar de los intentos fallidos y la carga emocional que implicó el proceso, decidieron intentarlo una vez más.
Y funcionó.
“Nos costó mucho trabajo, fueron más de dos años intentándolo, pero valió la pena”, recuerdan. Así, el 4 de noviembre de 2005 nació Diego, un niño profundamente deseado y amado no solo por sus madres, sino por toda la familia. “Es un niño que nació con estrella”, dicen orgullosas.
La crianza de Diego estuvo guiada por dos principios fundamentales: el amor y el respeto. Desde pequeño, él entendió que tener dos mamás era parte de su realidad, y que esa realidad también podía ser comprendida y aceptada por quienes lo rodeaban. Aunque no estuvo exento de comentarios discriminatorios, supo enfrentarlos con la seguridad que le daba haber crecido en un hogar lleno de amor.
“Tener dos madres es lo más maravilloso, es algo muy bonito. Mis dos madres me han ayudado en bastantes cosas. He sentido un amor increíble por las dos y toda mi familia. Me han criado de una manera que yo considero correcta”, compartió Diego, hoy con 19 años.
En el terreno legal, la situación era complicada. En 2005, aún no era posible registrar legalmente a un niño como hijo de una pareja del mismo sexo. Así que Diego fue registrado únicamente con los apellidos de Paty. Más adelante, cuando las leyes mexicanas comenzaron a reconocer los derechos de las familias homoparentales, decidieron dejar las cosas como estaban, para no alterar la vida y documentación de su hijo.
Curiosamente, no fue la pareja quien planteó la idea del matrimonio, sino el propio Diego. Tras ver en televisión que en la Ciudad de México ya era legal el matrimonio igualitario, les dijo a sus madres: “¿Y por qué ustedes no se casan?”. Tomaron sus maletas y viajaron a la capital, donde se casaron en 2012.
“Ya no era tan prioritario casarnos, pues ya habíamos logrado todo lo que soñamos: un hijo, una casa, un auto, viajes, negocios… lo teníamos todo. Solo que Diego quiso que sus mamás se casaran”, relatan entre risas.
Hoy, Paty, Osi y Diego son la prueba viviente de que sí se puede. Que el amor puede derribar muros y romper estigmas. Que una familia no se define por la forma, sino por el fondo: por el cariño, el respeto, la lucha y la decisión de estar juntos.
Una historia de amor que no solo desafió al tiempo, sino también a una sociedad que poco a poco aprende a abrir el corazón.