El día en que los agoreros callaron, y cayeron

El día en que los agoreros callaron, y cayeron
Fernando Maldonado
Alejandro Armenta

Parabolica escribe Fernando Maldonado

 

Este lunes 10 se habrán cumplidos dos años de aquel día en que Alejandro Armenta se impuso en el resultado de las encuestas por sobre el resto de los aspirantes para asumir la eufemística coordinación para la defensa de la cuarta transformación en Puebla, aduana necesaria para luego ser nombrado candidato a gobernador.

Fue una tarde expectante de viernes cuando quienes se habían inscrito en una carrera, notoriamente desigual ante una dirigencia complaciente, fueron citados en un hotel de la Ciudad de México en donde Mario Delgado y un grupo de notables explicaron el método y resultado de las distintas encuestas para llegar a la decisión final.

El árbitro había sido omiso en casos específicos ante una desaforada carrera en Puebla, en la que al menos Ignacio Mier, coordinador de los diputados de Morena en San Lázaro había conseguido patrocinadores que le permitió colocar su rostro en cualquier superficie visible en Puebla, con el propósito de hacerse notar y conseguir posicionamiento.

El Partido Acción Nacional llegó a calcular el gasto en esa ostensible campaña publicitaria que llevaba como eje central la frase “El legislador mas cercano a AMLO” en unos 400 millones de pesos, de los que nadie ha podido explicar su origen, pero que ponía en duda la veracidad de al menos dos de las máximas del sexenio: no robar, no mentir.

No solo se fue al basurero de la historia el caudal del sospechoso dinero para financiar las aspiraciones de un actor que adolece de los principios fundacionales de la izquierda como Mier, sino también las ambiciones desmedidas de un grupo de corifeos que habían hecho de caja de resonancia de la engañosa frase de campaña convertida en credo, según la cual, sería inevitablemente señalado por el dedo del señor a través del estudio demoscópico.

Esa cena de negros, como alegoría de la anticipada designación de un eufórico Ignacio Mier a quienes sus seguidores decidieron llamar “morenacho” (en minúsculas) la tarde de viernes no fue sino la coronación de una campaña artificiosa que se construyó sobre arenas movedizas como se vería después.

Pasaron por alto señales inequívocas quienes se prestaron a la cantaleta de la cercanía con López Obrador como en los tiempos del rancio priismo y sus dedazos. No solo porque usos y costumbres habían sido diferentes a los del pasado, sino porque el ganador de aquella interna traía trayectoria y territorio.

La cercanía con los pueblos, barrios, colonias y liderazgos había consolidado a Armenta como el arquetipo del político habituado al asambleísmo, el trabajo colectivo desde las comunidades; y a la toma de decisiones anteponiendo el interés popular, que incluso en el tiempo en que junto con otros actores de su generación empujaron desde un priismo que no tuvo la capacidad de comprender.

Ahí estaba el germen del gobierno que ahora se puede observar, justo a unas semanas de cumplir el primer año el próximo 14 de diciembre, con líneas generales de la filosofía política de quien creció con la sabiduría de su abuela Cholita: ser siempre útil, acomedido y agradecido.