Fragmentación municipal y voto huérfano tras el 1 de junio. Durango y Veracruz bajo la Lupa.

Fragmentación municipal y voto huérfano tras el 1 de junio. Durango y Veracruz bajo la Lupa.
Pepe Ojeda
Desde las antípodas

Desde las antípodas escribe José Ojeda Bustamante

Los resultados del 1 de junio en Durango y Veracruz confirman que la fragmentación municipal no es una anomalía, sino un nuevo patrón estructural. La irrupción de Movimiento Ciudadano, el desvanecimiento de la hegemonía de Morena y los estrechos márgenes de victoria en municipios clave revelan un electorado cada vez más exigente y volátil, dispuesto a castigar o premiar según los resultados concretos de la gestión.

En Durango, la coalición PAN‑PRI‑PRD (“Unidad y Grandeza”) obtuvo 229,090 votos y ganó 16 municipios, mientras Morena‑PVEM‑PT logró 183,018 votos y retuvo 15 municipios, pero incluso allí la diferencia se encogió; Movimiento Ciudadano se posicionó como tercera fuerza con 3 ayuntamientos, incluso superando a Morena en algunas zonas intermedias como Lerdo y Gómez Palacio. La participación fue de apenas 38.4 %, un síntoma de desafección, aunque diga mucho sobre el poder de convocatoria local.

Veracruz reflejó un mosaico aún más complejo: Morena‑PVEM ganó 112 de los 212 municipios, pero perdió terreno comparado con elecciones previas; Movimiento Ciudadano creció de 10 a 41 alcaldías, el PAN se llevó 34, el PRI 23, PT 28 y hubo incluso 1 independiente La abstención creció: se registraron 400,000 votos menos que en 2021, y en municipios estratégicos las victorias fueron ajustadas, lo que revela un electorado que ya no ofrece cheques en blanco.

El panorama de fragmentación implica tres retos que definen la gobernabilidad local.

Primero, se requiere una coordinación multinivel robusta porque repartir el poder entre alcaldías de distintos signos exige desplazar la lógica de grupo hacia la lógica de red. Segundo, el gasto estatal y federal debe reorientarse hacia esquemas basados en desempeño, no lealtades; un fondo municipal concursable podría marcar la diferencia. Tercero, urge apoyar a administraciones emergentes: proveer capacitación en planeación urbana, transparencia y servicios públicos es una urgencia, no un lujo.

Se vuelve obvio que la fragmentación política exige convertir la complejidad en motor de cambio, no muro de obstrucción. Un estado que asuma la heterogeneidad no solo suma gobernabilidad, sino calidad democrática. En el contexto actual, cada voto cuenta, pero cada alianza bien construida decide. Si México quiere avanzar, debe aprender a caminar con dos pies en el territorio: con la voz de los nuevos electos y con la firmeza de una gobernabilidad que no dependa del color, sino del efecto en la vida cotidiana.

@ojedapepe