La columna de Alejandro Páez Varela
En la mañana del domingo, casi ninguno de los principales diarios estadounidenses lo traía en portada. Fueron cerca de tres mil ciudades movilizadas. Fueron casi siete millones de personas marchando en el “No King” contra Donald Trump. ¿A qué juega la prensa de Estados Unidos? A mi parecer, juega a lo que siempre juega el conservadurismo. Se asusta de la gente que marcha. Se asusta de las multitudes que exigen algo. No le tienen confianza a lo que en otros países llamamos, simplemente, pueblo. Y es curioso porque incluso The New York Times, que se dice progresista cuando le conviene pero no puede con la palabra “genocidio”, borró la movilización histórica del sábado.
Siete millones no se esconden tan fácilmente. Durante toda la mañana del domingo, la noticia más leída en The Washington Post, The Wall Street Journal y The New York Times fueron las marchas. No estaban en la portada, pero sí encabezaban la lista de lo más leído, que no maneja un editor, sino un algoritmo. El sábado, cuando millones de ciudadanos estadounidenses hacían su parte para contener a un tipo que se ha salido de control (en un país que aprovecha bien a los que se salen de control y se roban desde el petróleo hasta los minerales), los diarios escondían la noticia que era principal en otras partes del mundo.
Nadie se asombre. La prensa tradicional está en crisis a nivel global. Y no hay peor ciego que el que no quiere ver: millones prefieren a MrBeast, cuyo nombre es Jimmy Donaldson, que a CNN. MrBeast tiene 27 años y una fortuna de mil millones de dólares hasta 2025, gracias a la aceptación del público. Divierte, asombra y se hace rico haciéndole perder el tiempo a todos. Pero para muchos es mejor eso, que Fox News. Los entiendo.
Aún cuando la prensa estadounidense apenas cubrió las movilizaciones en casi tres mil ciudades, el movimiento antiTrump está allí. Y crece. Esos siete millones son dos millones más que las manifestaciones del “No Kings” de junio de este año. El 1 de julio, el Presidente de Estados Unidos tenía 50.3 por ciento de desaprobación contra 46.5 de aprobación; 3.8 puntos porcentuales en contra. El viernes tenía 51.6 por ciento de desaprobación contra 45.6 por ciento de aprobación. 6.2 puntos en contra y eso que lleva dos semanas mejorando.
Pero, ¿y los demócratas? ¿Dónde está la fuerza opositora organizada? ¿A qué juega el supuesto progresismo? A mi juicio, juega a lo que siempre juega el conservadurismo. A los demócratas les encanta el Congreso de blancos, los gobernadores mayoritariamente blancos. Les encanta el trabajo mal pagado de los migrantes, como antes aprovechaban la esclavitud. A los demócratas les viene bien el ICE, el muro, casi todas las políticas raciales de Trump porque son lo mismo. Esperan que haga el trabajo sucio y luego se quejarán de él en busca de los votos. Igual y los progres de Estados Unidos pondrán un candidato presidencial afrodescendiente o hispano; un nuevo Barack Obama –el negro más blanco– para que se siga con las deportaciones.
La derecha mexicana estará conmovida. Su gran esperanza es Donald Trump y esas marchas no son buena señal. Digo, sí, el PAN ya cambió el logotipo y por allí andan los pobres diablos de “Alito”, Verástegui, Téllez y Acosta Naranjo; los periodistas, intelectuales, académicos y empresarios que viven soñando el regreso de otro Enrique Peña o aunque sea un Felipe Calderón, que salió bueno para la bebida pero también para robar votos. Salinas Pliego lanza ofensas (sobre todo a las mujeres) cada vez más groseras y desesperadas.
Pero, la verdad, su única y verdadera esperanza es que Trump los rescate. Que meta las manos en México. Que lance unos misiles para acá, que nos invada. Eso quiere la derecha mexicana, pero no tiene grandes esperanzas.
Fueron millones de personas marchando contra Trump y esa fuerza no hace sino crecer. Lástima por los priistas y panistas, libertarios y simpatizantes trumpistas en México. De hecho, lástima por María Corina Machado, Javier Milei y otros que tienen anclada su esperanza en Trump, el rey fascista.
Llora por ti, Argentina
Cuando Argentina despierte, y espero que pronto, se dará cuenta de que el imbécil que tiene por Presidente ya la endeudó como nadie, en apenas unos meses. Hasta ahora, mientras escribo este texto, ha comprometido el futuro de entre cinco y siete generaciones de argentinos. No está claro cuánta deuda externa ha contraído este payaso, pero supera los 100 mil millones de dólares. Los últimos 20 mil millones los condicionó Donald Trump a que Javier Milei gane las elecciones del próximo domingo, pero la mayoría de los analistas sabe que se los dará, independientemente de lo que suceda, y así se trate de un burro con tarjeta de débito le depositará porque todo el dinero que ya invirtió se puede perder de golpe.
El Secretario del Tesoro de Donald Trump, Scott Bessent, anunció un fondo de inversión con bancos privados para darle 20 mil millones de dólares a Milei para deuda soberana, es decir, para garantizar que tenga con qué pagar intereses a los que le prestaron. Antes, el mismo Bessent había anunciado un intercambio de monedas (se conoce como swap) por 20 mil millones de dólares. Y antes, en abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofreció a Milei 60 mil millones de dólares. Son cuentas que salen de números que se han ventilado en lo que va del año, con fuentes abiertas. Es deuda apuntalada por Estados Unidos. Es una verdadera fortuna.
El asunto es que Argentina no guarda nada de todo ese dinero; no es para construir un hospital, pagar un salario, ahorrar para el futuro, cumplirle a los jubilados. Es, exclusivamente, dinero para mantener las finanzas del país a flote; para que ya que no huyan los pocos capitales que quedan allí.
Nadie es capaz de decir cuánto dinero más necesitará Milei de aquí a 2027, cuando sean las elecciones presidenciales argentinas. Cualquiera que se atreva a calcular hará mal, porque el rescate de ese país no depende de Milei: depende directamente de Trump. Ademas, porque se trata de un rescate financiero que se agarra con uñas y dientes de variables e intangibles: si los inversionistas ven futuro, meterán dinero; si ven riesgo, inyectarán inestabilidad y la inestabilidad exige más dinero. Los 100 mil millones de dólares que le han prestado a Milei hasta ahora son una cubeta con gelatina en polvo: sirve de un carajo si la lanzas a las turbias aguas de un río, pero pueden cuajar una alberca mediana. Mal, Argentina. Muy mal.
Milei es una catástrofe que camina. Milei es una bomba de tiempo agarrada de otra bomba de tiempo: Trump. Milei provocará dolor a su pueblo. Y es el modelo que promueven el deudor fiscal Ricardo Salinas Pliego y sus empleados (como Sergio Sarmiento y otros); el modelo que promueven PAN y PRI. No hay peor ciego que el que no quiere ver: el señor dejará en ruinas a la Argentina y tomará un avión escoltado por la CIA hasta Miami, donde se instalará mientras otros pagan el “rescate” de los de arriba. Nadie se asombre de Milei: algo muy parecido hizo Ernesto Zedillo, ídolo de la derecha mexicana, en México.
El gusano más querido
“Hoy hablé con el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y le agradecí sus cálidas felicitaciones al pueblo de Venezuela por nuestro Premio Nobel de la Paz 2025”.
¿Al pueblo de Venezuela por nuestro premio? De cara al mundo, Corina Machado mintió en su tuit del viernes pasado. El premio se lo dedicó a Donald Trump, no a su pueblo.
“Los venezolanos valoramos profundamente la paz y sabemos que lograrla requiere inmenso coraje, fuerza y claridad moral para oponernos a las fuerzas totalitarias que se nos oponen”, dice la señora Machado en una carta a Netanyahu. Más adelante agrega: “Esperamos que la plena implementación del plan visionario del Presidente Trump contribuya a lograr una paz justa y duradera en la región”. Y luego remata: “En último término, la paz exige libertad, y la libertad exige coraje y fortaleza”.
La Nobel de la Paz abiertamente pide una invasión militar de su país, para que la lleve al poder. No le importa que la encabece el genocida de Netanyahu o Trump. No le importa. Aplaude una intervención militar en suelo soberano.
Ya antes había pedido al ejército estadounidense que entrara a derrocar a Nicolás Maduro y en mayo pasado expresó: “las democracias occidentales tienen que entender que un régimen criminal sólo saldrá del poder ante la amenaza creíble, inminente y severa del uso de la fuerza”. Ya antes le había pedido al genocida de Israel, el padre del holocausto palestino, que apoyara una fuerza de intervención. “Hoy quiero pedir a Israel y Argentina que aporten su experticia y su influencia para avanzar hacia una toma de decisiones acertada y urgente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”, pedía en una carta fascista de 2018, enviada a Mauricio Macri, entonces Presidente de Argentina, y a Netanyahu.
Corina es una catástrofe que camina. Corina es una bomba de tiempo agarrada de otra bomba de tiempo: Trump. Corina provocará dolor a su pueblo. Y es la demócrata y libertaria a la que aplaude un espectro amplio de mexicanos que va de Cecilia Soto (la salinista que fue candidata presidencial) a Salinas Pliego; de Chumel Torres a Enrique Krauze; de Lilly Téllez a todo el staff de colaboradores de los diarios Reforma, El Universal, El País, etcétera. Nadie se asombre de Corina Machado: algo muy parecido ha hecho la derecha en México desde que asumió el Presidente Andrés Manuel López Obrador y ahora mismo, con la Presidenta Claudia Sheinbaum: piden a gritos una invasión o, al menos, una ronda de misiles.
Y no hay peor ciego que el que no quiere ver: la señora dejará en ruinas a Venezuela y tomará un avión escoltado por la CIA hasta Miami, donde se instalará mientras otros se quedan a observar cómo Estados Unidos se roba las mayores reservas probadas de petróleo del mundo: cerca de 303 mil millones de barriles.
Nadie se asombre de ella: algo muy parecido hicieron los presidentes de PRI y PAN durante los últimos 50 años.
@paezvarela