Sheinbaum y el músculo popular

Sheinbaum y el músculo popular
Alvaro Ramírez
Piso 17

Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco

La comparación es indispensable: las manifestaciones que la derecha ha intentado realizar en las calles, genuinas o no, siempre han sido irrelevantes en cuanto a exigencias, organización y, sobre todo, convocatoria. Desde que lo ha intentado, con el nombre que sea y con la supuesta causa que sea –que “Marea Rosa”, que “Defendamos el INE”, que “Por la Democracia”, que “Por la Seguridad”-, incluso han venido disminuyendo en asistencia y está documentado ampliamente.

Es decir, la derecha no sólo no ha podido dar la batalla en la movilización popular, sino que cada vez es más débil, y su última convocatoria terminó en violencia.

El próximo sábado 6 de diciembre, en el Zócalo de la Ciudad de México, se realizará una nueva concentración del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y sus partidos aliados. Inevitablemente será comparada con la marcha de la llamada Generación Z, que apenas reunió unos cuantos cientos de asistentes, y exhibirá la descomunal diferencia en convocatoria, legitimidad y motivaciones.

Desde Chiapas, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo hizo el viernes pasado un llamado a acudir al corazón del país para celebrar los siete años de la transformación. Ese es el motivo; además de ser una fecha ineludible en el calendario, es también indispensable en la agenda social nacional.

Será, como siempre ha ocurrido incluso antes de que el movimiento llegara al gobierno federal, una concentración verdaderamente masiva de cientos de miles de personas: un músculo popular que nadie más puede demostrar en el México contemporáneo.

La marcha de la llamada Generación Z —que lo que menos tuvo fue participación juvenil— quedará exhibida como una pantomima.

La derecha se ha equivocado una y otra vez al querer igualarse en convocatoria con el movimiento que inició Andrés Manuel López Obrador y que continúa Sheinbaum.

El movimiento social que representa el actual régimen nació en las calles, desde hace muchas décadas, y se ha venido modificando con los tiempos actuales, en que ese mismo movimiento es también gobierno. También, ahora está más fuerte y más organizado.

Un error común de los líderes de la derecha ha sido pretender imitar y evocar los símbolos de la izquierda, intentar apropiárselos, pero la realidad es que jamás les ha funcionado.

La derecha siempre ha representado a unos cuantos, sobre todo a los privilegiados, por lo que es imposible que pueda tener una base popular nutrida y genuina, como sí lo tiene Morena como partido, como movimiento social y hoy también como régimen gobernante.

Es imposible que la derecha logre mimetizarse en las calles o confundir a la gran masa social que hoy respalda a la presidenta de la República, y que se comprueba en los altísimos niveles de aval social que tiene, que superan 70 por ciento, de acuerdo con distintas encuestas.

La derecha es sectaria, elitista y ajena a las demandas históricas de las y los ciudadanos. No hay forma de que alcance la misma aceptación.

Históricamente, en todo el mundo, la izquierda se ha planteado, en sus diferentes circunstancias, países y contextos, tres vías para acceder al poder: la lucha armada, que en México no fue una opción nunca, y que dejó tristemente muchos muertos.

Las guerrillas de los años 60 y 70 fracasaron porque no tuvieron suficiente base social y fueron, como las del estado de Guerrero, con Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, movimientos prácticamente locales, tanto en sus demandas, como en su cobijo popular, aunque sus ideales eran de alcance nacional.

La segunda vía del paradigma de izquierda para acceder al poder es la incrustación en el sistema, para cambiarlo desde dentro. Esa fórmula dio resultados en Europa y un ejemplo está en España, cuando la izquierda accedió al poder y lo modificó desde sus entrañas, en la etapa de la posguerra civil. Aquel país ha vivido alternancias polarizadas, de la derecha a la izquierda y viceversa.

La tercera vía, y la que ha dado resultados en nuestro país, es la exacerbación del malestar social, para capitalizarlo en una base ciudadana masiva, informada y participativa, que primero en 2006 llevó a la presidencia a López Obrador, aunque le fue robada, y que luego finalmente le permitió arribar en 2018 a Palacio Nacional, porque ya era imposible detener la fuerza de su movimiento, el que hoy continúa Claudia Sheinbaum.

En paralelo, también se dio una suerte de aplicación del segundo modelo (incrustarse en el sistema), pues el Partido de la Revolución Democrática (PRD), antecedente de Morena como instituto político, se fue haciendo poco a poco de lugares en las dos cámaras del congreso de la Unión e incluso llegó a representar más de la tercera parte, en la LX Legislatura (2006-2009).

Los actuales movimiento y régimen emanan precisamente de la fuerza del pueblo y tiene una enorme base social, que los respalda. La derecha en México y en todo el mundo, históricamente ha permanecido no solamente ajena, sino contraria, a los intereses de las mayorías.

El disfraz y la simulación que han pretendido tomar, inventándose marchas artificiales, no da resultado porque desde su origen son apócrifos.

¿Cómo pueden pretender que los respalde una base social, una sociedad, a la que siempre han despreciado, han relegado y le han pasado por encima? Por eso no le funcionan a la derecha sus marchas artificiales.

Este 6 de diciembre, el movimiento social y político contemporáneo más importante de América Latina volverá a tomar las calles. Demostrarás su músculo, su fuerza.

Al hacer la inevitable comparación, las marchas de la derecha resultarán patéticamente marginales.

Lo sabe la presidenta y lo sabe su movimiento.

Y no está de más recordárselo a esa derecha que convoca a la violencia y exhibe un sello fascista.

Hay que mirar hacia adelante, sin olvidar el pasado.

@Alvaro_Rmz_V