Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Adán Augusto López Hernández nunca ha dejado de comportarse como un anquilosado político de un pasado; lo acompaña un tufo de medio siglo de atraso: es fátuo, prepotente, vanidoso en exceso y se siente intocable; hasta ahora lo ha sido.
El tabasqueño nunca ha dejado de ser un priísta que conjuga su vida personal y actividad política en pretérito. Ha fingido progresismo, pero sigue instaurado en la corrupción normalizada y en la soberbia permanente; son su credo.
El todavía coordinador de los senadores del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) fue leal al ex presidente Andrés Manuel López Obrador, porque siempre le representó dividendos políticos en popularidad y económicos colaterales, por el carisma y la popularidad que tenía. Se benefició de su paisano, pero muy probablemente en su intimidad despreció siempre su ideario.
A López Hernández cada día se le conocen más y más señalamientos delincuenciales y de corrupción, que lo manchan a él, pero manchan más a la Cuarta Transformación (4T).
Debiera ser cosa de horas o días para que sea defenestrado como jefe de la bancada mayoritaria del Senado de la República e incluso desterrado del movimiento, al igual que la camarilla que permanece con él, entre quienes se encuentran el poblano Moisés Ignacio Mier Velazco, rémora del tabasqueño con quien se ha hecho de beneficios políticos, cupulares y sonantes.
Donde pisa Mier Velazco con sus zapatos finos y caros se embarra del estiércol de Adán.
Esos personajes, principalmente Augusto López Hernández, son un lastre para el movimiento que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y más que explicaciones, por enriquecimiento inexplicable o relaciones con el crimen organizado, debe exigírseles que se auto desterren, para no hacer más daño.
El tabasqueño, quien hasta hace unos meses soñaba y tenía el apoyo de sus incondicionales, para aspirar a la Presidencia en 2030 -cuando tenga casi 70 años de edad-, estuvo el sábado en Puebla para asistir y respaldar a su socio, Moisés Ignacio Mier, en su informe legislativo, en el que realmente nada tuvo para ofrecer a un auditorio de apenas unas 200 personas, pues de manera individual no ha conseguido realmente nada relevante.
Su presencia, más que ser un activo para el poblano, vino a traer el desagradable tufo delincuencial y la evocación del caso de La Barredora, grupo criminal del que se supone fue jefe su secretario de Seguridad, cuando fue gobernador de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena.
Sobre Puebla y su relación con Mier hay también indicios de complicidad entre Adán y Moisés, para impedir que el hijo del segundo, Carlos Ignacio Mier Bañuelos, encarara su responsabilidad penal como autoridad por el asesinato, con tiro de gracia, de tres agentes ministeriales, por elementos de la policía municipal de Tecamachalco en 2021, cuando era alcalde.
Hay más y peor: en la misma semana que recién terminó, el ex mandatario tabasqueño fue involucrado con lavado de dinero, pues de acuerdo con fuentes periodísticas, no declaró ante el Sistema de Administración Tributaria (SAT) el origen de 78 millones de pesos, presuntamente de empresas privadas, durante los ejercicios 2023 y 2024.
Adán, en su tono siempre incompleto, simplista carente de argumentos y menos de datos y pruebas, acusó a la oposición de “filtrar” datos, para atacarlo y golpear a la 4T. Aseguró que esos ingresos -cuyo monto no negó- los recibió por “herencias”. No presentó ni un solo documento que respalde sus dichos; creerle o no es un asunto de fe.
No hay una explicación lógica del porqué Adán sigue como coordinador de la 4T en el Senado. El personaje no tiene utilidad política y, al contrario, es un pesado lastre.
No hay justificación para su permanencia.
Ni él ni sus allegados caben ya en la izquierda mexicana.
@Alvaro_Rmz_V