Máscaras escribe Jesús Olmos
El recién fallecido ex gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, fue un personaje de claroscuros, para algunos más oscuros que claros. Alguien que no puede ser visto en escala de grises.
Conocía como ninguno la geografía de Veracruz, municipios, comunidades, personas. Alardeaba sobre ello y sobre el sitio donde se había colocado cada piedra en cada camino.
Durante su mandato fue ligado al grupo de los Zetas, que azotaron Veracruz por casi una década. Se dijo que les permitió la entrada y los apapachó. Sus defensores repudiaban que se le tildara de ser el “Zeta 1” y culpaban al presidente Felipe Calderón que intentar mancharlo.
Existe una doble leyenda sobre su persona, narrada en las imágenes de las tragedias naturales que vivió su estado, la más recordada quizás sea el Huracán Karl.
Fidel se quitó los zapatos se metió al agua. Muchos dicen ayudó a hacer llegar los apoyos gubernamentales y otros que no era más que un tipo populista que medraba con la pobreza. La historia de fondo fue que miles de millones de aquellos recursos fueron a parar a campañas políticas y bolsillos privados.
Fidel ostentó la “plenitud del pinche poder” en suelo veracruzano. En tiempos electorales, apenas y dejaba alguna diputación para los opositores “porque se iba a ver mal” ganar todo el estado.
Por todo Veracruz existen “monumentos” a la “Fidelidad”.Herrera prometió la construcción de mil puentes en todo su sexenio. Lo que no dijo era que muchos de ellos no conectarían a ninguna parte y se erigirían como verdaderas glorias de la corrupción y opacidad.
Como parte de su historia está su eterna confrontación con Yunes. Uno “La Nauyaca” y otro “El Perro”. Cuentan que esa pugna surgió por una historia amorosa en sus épocas de estudiantes. Siempre en grupos opuestos de la política. Su fue confrontación fue encarnizada y la padecieron los veracruzanos.
Muchos no lo saben, pero Fidel Herrera se ganó dos veces la Lotería; sin embargo, no obtuvo el ‘premio mayor’ que siempre soñó, pues le tocó competir en la interna de su partido el PRI contra Enrique Peña Nieto, el candidato de telenovela que a la postre sería presidente. Soñó alguna vez también con alcanzar la oficina de Bucareli e inscribirse en la historia como otro veracruzano, Fernando Gutiérrez Barrios, pero ese sueño también se esfumó.
Como premio de consolación lo mandaron a Barcelona como Cónsul y allá también fue presa del rechazo del pueblo veracruzano que nunca olvidó su legado.
Fidel heredó la gubernatura a su hijo político Javier Duarte, lo que lo hace padre de esa tragedia.
Hubo miles de asesinados, algunos en sus narices, amontonados en la cajuela de una camioneta. Sepultó la libertad de expresión, entre balas y billetazos. Inició el camino hacia el endeudamiento indiscriminado que apagó la economía y la hizo endeble.
Fidel murió sin juzgar, sin rendir cuentas de su legado oscuro, para recordarnos siempre la deuda de justicia que persiste por aquellos añejos caciques tricolores que se investían de gobernadores.
Fidel Herrera, aquel hombre que repetía frases en francés y alemán para hacerse el galán con jovencitas extranjeras, fue el mismo que operaba de madrugadas, cuando no había luz y que marcó un periodo innoble en un pueblo tan rico, que ni su voracidad pudo acabarlo.
@Olmosarcos_