Elegir al enemigo

Elegir al enemigo
Jesús Olmos
Máscaras

Máscaras escribe Jesús Olmos

Una de las primeras grandes lecciones que un empresario, dueño de un grupo de medios de comunicación le dio a quien esto escribe fue: “hay que saber elegir las batallas que vas a librar y al enemigo”.

Como una de las máximas de aquel hombre estaba, identificar el tamaño del enemigo, para saber que se necesitaba para iniciar una ofensiva, que tipo de alianzas había que tejer, si era necesario protegerse. Era imperiosa la necesidad de analizar a quien se iba a criticar para medir las potenciales repercusiones.

Eran los tiempos del priismo más rojo en uno de esos estados que retrasaron la transición democrática, de aquel partidazo que gobernaba por igual la presidencia de la República de una forma oligárquica, los estados como virreinatos con una descomunal fuerza para sus gobernadores, los municipios como cajas registradoras, los Congresos como salones de mero trámite y los organismos como agencias de colocación laboral.

No es que haya cambiado mucho la cosa, pero en aquellos tiempos, criticar al edil era criticar al partido, y todo el esquema se medía como una misma columna vertebral a la que se procuraba con mucha vehemencia.

“Es que todos somos institucionales”, replicaba unos días después uno de los aludidos en uno de mis comentarios editoriales que provocó una airada preocupación no por el contenido, sino por el protagonista y su posible reacción.

Días después, un grupo de tres patrullas con al menos 12 policías todos encapuchados miembros de un grupo especial, acompañaron al autor de este texto hasta una esquina cercana a la casa, para acusar de recibido el mensaje.

La historia cambiaría los siguientes años diametralmente. Aquel Gobierno, quien lo encabezaba, todos los pillos a su alrededor y hasta las familias de aquella partida de bandidos, fueron defenestrados al nivel más alto, exhibidos como lo que eran. Fueron vituperados y señalados de atroces comportamientos, aunque algunos aún existen, algunos están presos, otros escondidos, otros más actúan en las sombras y varios más son más unos zombis de la política.

Llegó una época impensable, aquel partido que mandaba hasta en las sociedades de alumnos de las principales universidades de derecho de todo el país, ahora corre el riesgo de perder el registro.

La transformación que prometió aquel partido que retomó el poder en 2012 y lo perdió en 2018 siendo relegado al tercer lugar, lo volvió una parafernalia neoliberal, contradictoria, que se alejó de su esencia popular y que se volvió cupular, destrozó sus sectores, se involucionó, empoderó a la generación más corrupta de la historia del país y aletargó al país sin rumbo definido en sus contracciones internas.

De la mano de su actual dirigente, Alejando, quien se hace llamar “alito” y se apellida Moreno Cárdenas, han perdido hasta un 80% de su militancia, han sido derrotados en mas de una docena de entidades en distintos procesos, no llevaron candidato presidencial propio y aun así, ese personaje minúsculo que ahora se dice perseguido político, por sus escándalos de corrupción soez, se aferra a mantenerse a la cabeza de ese instituto político.

De la mano de dirigentes que han aprovechado para seguir viviendo de las cenizas del tricolor como Néstor Camarillo en Puebla o Adolfo Ramírez Arana en Veracruz, es cada vez más común que se cuestione: ¿a quién representan? ¿todavía tienen algún ideal a salvo?

Si de algo se ha preciado el partido en el poder es de saber elegir a sus enemigos, “La mafia del poder”, el “conservadurismo”, “los machucones” y no la pipitilla de la política, un instituto político en vías de extinción.

¿Usted cree que, con esos números y con ese historial de derrotas, a la llamada Cuarta Transformación le conviene elegir atacar a un enemigo tan minúsculo?

 

@Olmosarcos_