La mentira como forma de control

La mentira como forma de control
Parabólica.Mx
Columna Invitada El rincón de Morgado

Jorge A. Rodríguez y Morgado

“Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”

Paul Joseph Goebbels

Sabe usted, amable lector, ¿qué tienen en común el personaje de Pinocho y Pedro y el lobo? Efectivamente, acertó, lo que tienen en común es que ambas historias giran en torno a la mentira y sus graves consecuencias. En Pinocho, de Carlo Collodi, el personaje principal, es un muñeco de madera cuya nariz crece cada vez que dice una mentira. La fábula de Pedro y el lobo, de Esopo, tiene como moraleja las consecuencias que pueden traer el mentir por costumbre.

Los seres humanos somos aficionados a la mentira, en muchos casos, preferimos una cómoda falsedad y no una desagradable verdad. Ningún ser humano ha escapado de la mentira, todos mentimos alguna vez y todos hemos sido engañados alguna vez. Se cree que la capacidad de mentir es una habilidad adquirida evolutivamente, ya que la propia vida puede depender de la simulación, el ocultamiento y otras habilidades asociadas a falsear la realidad.

El origen de la palabra mentira se encuentra en la raíz latina “mentiri”, con el significado de "mentir" y proviene del indoeuropeo “men", que hace referencia a la "mente". Según la Real Academia Española, la mentira es una “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.” El “mentir” es comunicar falsedades para fingir, engañar o persuadir. Así mismo, se hace uso de “mentiras piadosas” con propósitos benevolentes para evitar situaciones desagradables o dañinas.

El término "mentira" tiene una connotación negativa, una persona que miente puede ser objeto de sanciones sociales, legales, religiosas o penales; por ejemplo, el perjurio, o el acto de mentir bajo juramento, puede dar lugar a cargos penales y civiles. La mentira se considera una estrategia ventajosa para la supervivencia que ha sido seleccionada por la evolución, para ayudar a lograr beneficios como el poder, el estatus o la supervivencia.

El mentir tiene varios usos, por ejemplo, cuando uno busca engañar con sus palabras, o cuando uno finge algo contrario a lo que siente o a lo que es. El tipo más grave de mentira es la calumnia. La mentira y el engaño no son exclusivos de los humanos; se observan en el reino animal y el vegetal, donde las plantas y los animales fingen para atraer presas o repeler depredadores.

La “mentira piadosa” o “mentira blanca” es una afirmación falsa expresada con la intención de hacer más asimilable una verdad tratando de causar el menor daño posible. Es utilizada para evitar fricciones innecesarias o actitudes que pueden ser desagradables para alguien.

En política, la “mentira noble” es asociada con la falsedad de los gobernantes destinada a preservar la armonía social. Platón ya se refería a este tipo de mentira en su obra la República, argumentando que la mentira puede ser útil para preservar el control y la justicia del Estado en manos de los gobernantes.

Platón alude en la República a un mito en el que “los dioses habrían puesto en la sangre de las personas diferentes tipos de metales: oro en los gobernantes, plata en los guerreros, y hierro o bronce en los campesinos y artesanos” (mandar, defender, obedecer). Si la gente lo creyera se lograría tener una sociedad ordenada, lo que convierte al mito en una “mentira noble”.

La pregunta acerca de si es conveniente engañar al pueblo, Blaise Pascal afirmó que luego del triunfo por la fuerza de un partido sobre otros para acceder al poder, es necesario hacer creer al pueblo que las leyes fueron instituidas en su beneficio. La mentira es necesaria porque es imposible gobernar siempre a partir de la fuerza y para que las leyes sean obedecidas.

Para Kant, el deber de no mentir es una ley moral inviolable porque el mentir no se debería convertir en una ley universal; mentir sistemáticamente acarrearía desconfianza entre las personas y no se podría vivir en sociedad, pues la confianza es la base primordial para establecer vínculos entre las personas. El decir la verdad no debe depender de lo que el individuo quiera o desee, sino que debe ser siempre así.

Leo Strauss (1899-1973), filósofo nacido en Alemania y emigrado a los Estados Unidos, distinguía dos tipos de creencias: las verdaderas que sólo conocen los sabios y las necesarias que son falsas pero útiles a la sociedad para la conservación del orden social.

La mentira es innata, se estima que un ser humano comienza a mentir hacia los 2 años. Al principio, los pequeños fantasean con la realidad, pero pronto aprenden que uno que otro engaño puede reportarles beneficios. Se cree que una persona promedio acude a la mentira entre una y 10 veces por día. Esto quiere decir que se dicen alrededor de 365 mentiras por año y que una persona de 20 años habrá dicho unas 7300 mentiras en su vida.

Las huellas de la mentira se reflejan en el cuerpo, la evidencia dice que cuando una persona miente, se produce el efecto Pinocho, es decir, la punta de la nariz se pone un poco más roja y también es habitual que haya cierto picor. Por eso, cuando alguien dice mentiras, lo más probable es que se toque la nariz. Pero, hay una señal más evidente de la mentira: tocarse el cuello como si picara.

Aquellas personas que mienten con frecuencia, terminan engañándose a sí mismos, pasando a creer que sus mentiras son verdaderas y no un fragmento de su imaginación. Los psicólogos indican que es más sencillo mentirse a uno mismo que al resto.

Es importante recalcar que lo preocupante de la mentira es su frecuencia, la gravedad, las circunstancias que llevan a engañar y sus consecuencias. Mentir frecuentemente suele llevar a conflictos (familiares, sociales, en el trabajo), sin embargo, la persona no es capaz de dejar de mentir, a pesar de no tener malas intenciones o incluso padecer una sensación constante de estrés o sintomatología ansiosa.

Y usted, amable lector, ¿ha mentido alguna vez?, ¿puede identificar a algún mentiroso? Suerte.