"¿Veremos a América Latina caminar hacia la derecha? Si es así, ¿afectará a México? Hay muchos factores que influyen. Para el caso mexicano, uno es la calidad de la derecha mexicana, que queda dibujada en Lilly Téllez: es grotesca, mentirosa, ruidosa, teatral, sin propuesta y, para terminar, entreguista… en un país donde los ciudadanos dan un valor enorme a su soberanía".
1. Los caminos de la derecha
La imagen es patética. Fuera de sí, Lilly Téllez agrede a Gerardo Fernández Noroña desde la tribuna del Senado de la República. La Presidenta de la Mesa Directiva, Laura Itzel Castillo, intenta contenerla. Le apaga el micrófono, pero las ofensas ya están en el aire. Pronto, la televisora de Ricardo Salinas Pliego replica el agravio en todos sus canales y en todas sus redes como si se tratara de una gran hazaña. Hace eco del discurso de odio de su exconductora, amiga de la casa.
“¡Llora por Carlos Manzo, Noroña! ¡No seas imbécil!”, vocifera. “¡Llora de verdad por Carlos Manzo! ¡Tú, idiota, llorando por allá, haciendo circo, mientras a los mexicanos los masacran, Noroña!”.
La imagen, sin embargo, no asombra a nadie. La Senadora de ultraderecha ha logrado ganar notoriedad con esa actitud. El asesinato del Alcalde de Uruapan le ha permitido acentuar aún más su personalidad y si bien es cierto que para millones es aborrecible, otros muchos la reconocen como propia. Recordemos que en 2023 fue precandidata presidencial de la derecha. Las élites ya habían decidido que fuera Xóchitl Gálvez, pero si el PRIAN fuera tantito democrático, Téllez habría sido su carta en las elecciones de 2024.
La Senadora tiene ecos en el extranjero, en particular en Estados Unidos. Es fuente regular de Fox News, por ejemplo. Este medio de comunicación es tan alarmista y de derecha como TV Azteca, pero a diferencia de la televisora chatarra de Salinas Pliego, Fox sí tiene una peso específico en Washington y en la vida diaria de Estados Unidos. Lilly Téllez ha logrado meterse con un par de conductoras iguales a ella. Y sin duda los halcones gringos la ubican bien en su lista de “aliados”, donde aparecen sin duda otros mexicanos igual de vendepatrias, todos de poca monta, como el bailarín y cantante Eduardo Verástegui.
Hace unos días, la agencia Bloomberg publicó un breve texto que pocos atendieron. Decía que los analistas de Wells Fargo pronosticaban que América Latina se movería hacia la derecha. No habla directamente de México, pero son tendencias que afectan sin duda la política interna. “La entidad sostiene que las tendencias hacia gobiernos de derecha o centroderecha en Brasil, Chile y Colombia no sólo redefinirían el panorama político regional, sino que también marcarían la trayectoria de las monedas locales durante los próximos dos años”, dice el reporte. Los autores y estrategas del banco, Brendan McKenna y Azhin Abdulkarim, afirman que “la región atraviesa su segunda ola conservadora, una expresión que refleja nuestra visión de que las plataformas políticas de derecha ganarán todas las elecciones que se celebren hasta finales del próximo año”.
He leído otros reportes que van en el mismo sentido. Pregunto: ¿Se sostendrá esta tendencia? ¿Afectará a México y de qué manera? Hay muchos factores que influyen. Para el caso mexicano, uno de los factores es la calidad de la derecha mexicana, que queda dibujada en Lilly Téllez: es grotesca, mentirosa, ruidosa, teatral, sin propuesta y, para terminar, entreguista… en un país donde los ciudadanos dan un valor enorme a su soberanía.
Otro factor que influye en México es el desempeño de la Presidenta. Hasta ahora, muy bien. Ha logrado capotear verdaderas adversidades y es, si se promedian las encuestas por el primer año en el cargo, la Jefa de Estado con la mayor aprobación hasta donde hay datos. Incluso Oráculus, que hace un ponderado e incluye encuestadoras tan chafas como Massive Caller (que bajan el promedio de Claudia Sheinbaum), la pone por encima de Andrés Manuel López Obrador, para terminar pronto.
Y hay otro factor de peso. Es Estados Unidos, que pasa por una situación muy, pero muy compleja.
2. Hacia dónde va Estados Unidos
Es difícil predecir qué tan lejos llevarán los estadounidenses su experimento de ultraderecha. Hasta dónde se ha hecho un daño irremediable en una sociedad que procuraba esconder sus tendencias hacia la crueldad con los otros; su intolerancia y su rabia. Por un lado, hay señales de que los demócratas están aprendiendo a organizarse mientras que los republicanos se dividen. Pero este proceso sucede al tiempo que los más radicales de ultraderecha se han hecho del poder total en Washington.
Veamos primero qué pasa con los progres estadounidenses. Mi amigo Frank Goldman me decía la otra noche que el Partido Demócrata está descubriendo un camino para responder a la ola conservadora: “morenizarse”, es decir, crear una especie de “movimiento de muchos movimientos”, como Morena en México. El escritor y periodista me planteaba que los demócratas se han convencido de que requieren una plataforma nacional, y a nivel local dejar que los distintos grupos tomen decisiones que les acomoden. Usaba como ejemplo el debate sobre la transexualidad, que es muy sensible para Estados Unidos. Me decía que quizás eso quedará como un tema para las cortes y que cada comunidad deberá decidir lo que le convenga.
El futuro demócrata está en conservar principios comunes como sombrilla, me decía, y bajo esa sombrilla permitir que se crezcan los distintos movimientos e individuos. Eso hizo posible abrirle las puertas a un socialista del tipo Zohran Mamdani en Nueva York y a un demócrata tradicional en California, como Gavin Newsom.
Sobre esto último, Susan B. Glasser escribe este fin de semana en la revista The New Yorker que hay un aire de cambio generacional sobre la política estadounidense. “Se percibió claramente en la victoria de Mamdani, pero también en las de Mikie Sherrill, de Nueva Jersey, y Abigail Spanberger, de Virginia, ninguna de las cuales, como señaló mi colega Benjamin Wallace-Wells, estaba en política cuando Trump asumió la Presidencia. Mamdani puso fin al intento de regreso de Andrew Cuomo, enviando al exgobernador —cuyo padre también ocupó ese cargo— una vez más a un retiro forzoso. Por ahora, el nombre de Cuomo se asocia con el pasado, no con el futuro…”.
Pero al mismo tiempo, el odio ha ganado espacios. Donald Trump recorta impuestos a los multimillonarios mientras deja a millones de pobres sin cupones de alimento, pero nadie sale a protestar. Eso le da alas a su gobierno. Muchos se están enterando justo ahora, cuando las mentes más radicales de la ultraderecha se han quedado con todo el poder, que algo se ha quebrado desde adentro de la sociedad. ¿Bastará el aprendizaje demócrata para frenar a los radicales de derechas? No me queda claro. Pero eso impacta, por supuesto, en las tendencias hacia el sur.
David French escribe en el diario The New York Times: “Durante la era Trump, muchas de las voces más prominentes de la derecha estadounidense se han vuelto más estridentes, más airadas y, sí, más racistas y antisemitas. El panorama mediático de la derecha es culturalmente diferente en 2015 de lo que era en 2025; y de forma sustancial. El equilibrio de poder se ha invertido por completo. Lo marginal se ha convertido en corriente principal, y la corriente principal se ha convertido en marginal”.
French dice que el ascenso de Trump no sólo acabó “con la idea de que debiera existir algún tipo de prueba de carácter para participar en la política republicana, sino que también provocó una purga agresiva y despiadada dentro del partido y del movimiento contra cualquiera que intentara exigirle cuentas por su depravación e ilegalidad. A algunos incluso nos han dicho que ‘hemos abandonado nuestra fe cristiana’ por oponernos a Trump”.
3. Algo se mueve
Y sí, algo se mueve. Algo se cocina abajo y puede alterar el rumbo de las cosas.
Este viernes Trump alcanzó sus peores niveles de aceptación popular: la desaprobación tocó 54.2 por ciento mientras que la aprobación está en 42.9 por ciento en el promedio de Real Clear Politics. Aún entre los republicanos, Trump califica mal: 40.8 por ciento lo acepta y 52.7 por ciento lo rechaza.
Todas las encuestas dicen que en las elecciones de mitad de mandato, cuando se disputen los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 escaños del Senado, habrá un descalabro mayor para los republicanos. También habrá elecciones para gobernador en 39 estados y territorios, y votaciones estatales y locales para temas particulares. Es una minielección general, pues. Si la pierde Trump, adiós Presidencia. A navegar por instrumentos.
O bien, a radicalizarse más. La misma Susan B. Glasser menciona que Trump tiene una “estrategia habitual para afrontar los reveses, que han sido muchos en su vida llena de altibajos: desviar la culpa y, lo más rápido posible, distraer con alguna nueva polémica”. ¿Invadir Venezuela? ¿Atacar sobre territorio mexicano? Yo digo que hará cualquier cosa que le permita distraer con alguna nueva polémica. No le importa que muera gente, destruir pueblos, acabar con la paz. Ya lo sabemos. Y también sabemos que los presidentes estadounidenses son así, todos, sean demócratas o republicanos. Les encanta ver sangre y distraer con la carne expuesta de los demás. Son muy parecidos a su sociedad, mayoritariamente cruel, intolerante y rabiosa.
Muchos opositores de derechas como Lilly Téllez, Enrique Krauze, Eduardo Verástegui, Ricardo Salinas Pliego o Alejandro Moreno Cárdenas, entre otros, sueñan con la idea de que los beneficie un ataque contra México. Yo no lo creo. Por el contrario. Creo que deberían dar gracias a Dios que nunca se concrete porque no les irá bien. Mientras Estados Unidos no se meta con México, ellos tendrán un espacio en esta sociedad. Podrán ser tachados de grotescos, mentirosos, ruidosos, teatrales, sin propuestas ni proyecto de Nación e incluso entreguistas, pero, bueno, qué más da. En cambio, lograr que nos lancen misiles o que militares violen nuestro suelo sería ganarse el repudio de la totalidad de los mexicanos.
¿Puede haber un golpe radical de América Latina hacia la derecha?, preguntaba hace rato. ¿Cómo afectaría a México? Bueno, puede ser que pase. Y sí, dificultaría relacionarse con el resto de la región. Pero no creo que esa tendencia, si es que se da, alcance para tocar a México. Nos esperan más gritos y groserías de una oposición cada vez más oscura y rabiosa, pues sí. No pasa nada. Que le siga. Así como va se alejará más y más del poder, pero no pasa de allí. Esperemos. Confiemos en que así sea.
"¿Veremos a América Latina caminar hacia la derecha? Si es así, ¿afectará a México? Hay muchos factores que influyen. Para el caso mexicano, uno es la calidad de la derecha mexicana, que queda dibujada en Lilly Téllez: es grotesca, mentirosa, ruidosa, teatral, sin propuesta y, para terminar, entreguista… en un país donde los ciudadanos dan un valor enorme a su soberanía".
1. Los caminos de la derecha
La imagen es patética. Fuera de sí, Lilly Téllez agrede a Gerardo Fernández Noroña desde la tribuna del Senado de la República. La Presidenta de la Mesa Directiva, Laura Itzel Castillo, intenta contenerla. Le apaga el micrófono, pero las ofensas ya están en el aire. Pronto, la televisora de Ricardo Salinas Pliego replica el agravio en todos sus canales y en todas sus redes como si se tratara de una gran hazaña. Hace eco del discurso de odio de su exconductora, amiga de la casa.
“¡Llora por Carlos Manzo, Noroña! ¡No seas imbécil!”, vocifera. “¡Llora de verdad por Carlos Manzo! ¡Tú, idiota, llorando por allá, haciendo circo, mientras a los mexicanos los masacran, Noroña!”.
La imagen, sin embargo, no asombra a nadie. La Senadora de ultraderecha ha logrado ganar notoriedad con esa actitud. El asesinato del Alcalde de Uruapan le ha permitido acentuar aún más su personalidad y si bien es cierto que para millones es aborrecible, otros muchos la reconocen como propia. Recordemos que en 2023 fue precandidata presidencial de la derecha. Las élites ya habían decidido que fuera Xóchitl Gálvez, pero si el PRIAN fuera tantito democrático, Téllez habría sido su carta en las elecciones de 2024.
La Senadora tiene ecos en el extranjero, en particular en Estados Unidos. Es fuente regular de Fox News, por ejemplo. Este medio de comunicación es tan alarmista y de derecha como TV Azteca, pero a diferencia de la televisora chatarra de Salinas Pliego, Fox sí tiene una peso específico en Washington y en la vida diaria de Estados Unidos. Lilly Téllez ha logrado meterse con un par de conductoras iguales a ella. Y sin duda los halcones gringos la ubican bien en su lista de “aliados”, donde aparecen sin duda otros mexicanos igual de vendepatrias, todos de poca monta, como el bailarín y cantante Eduardo Verástegui.
Hace unos días, la agencia Bloomberg publicó un breve texto que pocos atendieron. Decía que los analistas de Wells Fargo pronosticaban que América Latina se movería hacia la derecha. No habla directamente de México, pero son tendencias que afectan sin duda la política interna. “La entidad sostiene que las tendencias hacia gobiernos de derecha o centroderecha en Brasil, Chile y Colombia no sólo redefinirían el panorama político regional, sino que también marcarían la trayectoria de las monedas locales durante los próximos dos años”, dice el reporte. Los autores y estrategas del banco, Brendan McKenna y Azhin Abdulkarim, afirman que “la región atraviesa su segunda ola conservadora, una expresión que refleja nuestra visión de que las plataformas políticas de derecha ganarán todas las elecciones que se celebren hasta finales del próximo año”.
He leído otros reportes que van en el mismo sentido. Pregunto: ¿Se sostendrá esta tendencia? ¿Afectará a México y de qué manera? Hay muchos factores que influyen. Para el caso mexicano, uno de los factores es la calidad de la derecha mexicana, que queda dibujada en Lilly Téllez: es grotesca, mentirosa, ruidosa, teatral, sin propuesta y, para terminar, entreguista… en un país donde los ciudadanos dan un valor enorme a su soberanía.
Otro factor que influye en México es el desempeño de la Presidenta. Hasta ahora, muy bien. Ha logrado capotear verdaderas adversidades y es, si se promedian las encuestas por el primer año en el cargo, la Jefa de Estado con la mayor aprobación hasta donde hay datos. Incluso Oráculus, que hace un ponderado e incluye encuestadoras tan chafas como Massive Caller (que bajan el promedio de Claudia Sheinbaum), la pone por encima de Andrés Manuel López Obrador, para terminar pronto.
Y hay otro factor de peso. Es Estados Unidos, que pasa por una situación muy, pero muy compleja.
2. Hacia dónde va Estados Unidos
Es difícil predecir qué tan lejos llevarán los estadounidenses su experimento de ultraderecha. Hasta dónde se ha hecho un daño irremediable en una sociedad que procuraba esconder sus tendencias hacia la crueldad con los otros; su intolerancia y su rabia. Por un lado, hay señales de que los demócratas están aprendiendo a organizarse mientras que los republicanos se dividen. Pero este proceso sucede al tiempo que los más radicales de ultraderecha se han hecho del poder total en Washington.
Veamos primero qué pasa con los progres estadounidenses. Mi amigo Frank Goldman me decía la otra noche que el Partido Demócrata está descubriendo un camino para responder a la ola conservadora: “morenizarse”, es decir, crear una especie de “movimiento de muchos movimientos”, como Morena en México. El escritor y periodista me planteaba que los demócratas se han convencido de que requieren una plataforma nacional, y a nivel local dejar que los distintos grupos tomen decisiones que les acomoden. Usaba como ejemplo el debate sobre la transexualidad, que es muy sensible para Estados Unidos. Me decía que quizás eso quedará como un tema para las cortes y que cada comunidad deberá decidir lo que le convenga.
El futuro demócrata está en conservar principios comunes como sombrilla, me decía, y bajo esa sombrilla permitir que se crezcan los distintos movimientos e individuos. Eso hizo posible abrirle las puertas a un socialista del tipo Zohran Mamdani en Nueva York y a un demócrata tradicional en California, como Gavin Newsom.
Sobre esto último, Susan B. Glasser escribe este fin de semana en la revista The New Yorker que hay un aire de cambio generacional sobre la política estadounidense. “Se percibió claramente en la victoria de Mamdani, pero también en las de Mikie Sherrill, de Nueva Jersey, y Abigail Spanberger, de Virginia, ninguna de las cuales, como señaló mi colega Benjamin Wallace-Wells, estaba en política cuando Trump asumió la Presidencia. Mamdani puso fin al intento de regreso de Andrew Cuomo, enviando al exgobernador —cuyo padre también ocupó ese cargo— una vez más a un retiro forzoso. Por ahora, el nombre de Cuomo se asocia con el pasado, no con el futuro…”.
Pero al mismo tiempo, el odio ha ganado espacios. Donald Trump recorta impuestos a los multimillonarios mientras deja a millones de pobres sin cupones de alimento, pero nadie sale a protestar. Eso le da alas a su gobierno. Muchos se están enterando justo ahora, cuando las mentes más radicales de la ultraderecha se han quedado con todo el poder, que algo se ha quebrado desde adentro de la sociedad. ¿Bastará el aprendizaje demócrata para frenar a los radicales de derechas? No me queda claro. Pero eso impacta, por supuesto, en las tendencias hacia el sur.
David French escribe en el diario The New York Times: “Durante la era Trump, muchas de las voces más prominentes de la derecha estadounidense se han vuelto más estridentes, más airadas y, sí, más racistas y antisemitas. El panorama mediático de la derecha es culturalmente diferente en 2015 de lo que era en 2025; y de forma sustancial. El equilibrio de poder se ha invertido por completo. Lo marginal se ha convertido en corriente principal, y la corriente principal se ha convertido en marginal”.
French dice que el ascenso de Trump no sólo acabó “con la idea de que debiera existir algún tipo de prueba de carácter para participar en la política republicana, sino que también provocó una purga agresiva y despiadada dentro del partido y del movimiento contra cualquiera que intentara exigirle cuentas por su depravación e ilegalidad. A algunos incluso nos han dicho que ‘hemos abandonado nuestra fe cristiana’ por oponernos a Trump”.
3. Algo se mueve
Y sí, algo se mueve. Algo se cocina abajo y puede alterar el rumbo de las cosas.
Este viernes Trump alcanzó sus peores niveles de aceptación popular: la desaprobación tocó 54.2 por ciento mientras que la aprobación está en 42.9 por ciento en el promedio de Real Clear Politics. Aún entre los republicanos, Trump califica mal: 40.8 por ciento lo acepta y 52.7 por ciento lo rechaza.
Todas las encuestas dicen que en las elecciones de mitad de mandato, cuando se disputen los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 escaños del Senado, habrá un descalabro mayor para los republicanos. También habrá elecciones para gobernador en 39 estados y territorios, y votaciones estatales y locales para temas particulares. Es una minielección general, pues. Si la pierde Trump, adiós Presidencia. A navegar por instrumentos.
O bien, a radicalizarse más. La misma Susan B. Glasser menciona que Trump tiene una “estrategia habitual para afrontar los reveses, que han sido muchos en su vida llena de altibajos: desviar la culpa y, lo más rápido posible, distraer con alguna nueva polémica”. ¿Invadir Venezuela? ¿Atacar sobre territorio mexicano? Yo digo que hará cualquier cosa que le permita distraer con alguna nueva polémica. No le importa que muera gente, destruir pueblos, acabar con la paz. Ya lo sabemos. Y también sabemos que los presidentes estadounidenses son así, todos, sean demócratas o republicanos. Les encanta ver sangre y distraer con la carne expuesta de los demás. Son muy parecidos a su sociedad, mayoritariamente cruel, intolerante y rabiosa.
Muchos opositores de derechas como Lilly Téllez, Enrique Krauze, Eduardo Verástegui, Ricardo Salinas Pliego o Alejandro Moreno Cárdenas, entre otros, sueñan con la idea de que los beneficie un ataque contra México. Yo no lo creo. Por el contrario. Creo que deberían dar gracias a Dios que nunca se concrete porque no les irá bien. Mientras Estados Unidos no se meta con México, ellos tendrán un espacio en esta sociedad. Podrán ser tachados de grotescos, mentirosos, ruidosos, teatrales, sin propuestas ni proyecto de Nación e incluso entreguistas, pero, bueno, qué más da. En cambio, lograr que nos lancen misiles o que militares violen nuestro suelo sería ganarse el repudio de la totalidad de los mexicanos.
¿Puede haber un golpe radical de América Latina hacia la derecha?, preguntaba hace rato. ¿Cómo afectaría a México? Bueno, puede ser que pase. Y sí, dificultaría relacionarse con el resto de la región. Pero no creo que esa tendencia, si es que se da, alcance para tocar a México. Nos esperan más gritos y groserías de una oposición cada vez más oscura y rabiosa, pues sí. No pasa nada. Que le siga. Así como va se alejará más y más del poder, pero no pasa de allí. Esperemos. Confiemos en que así sea.