Una Reforma Electoral sin sanguijuelas legislativas

Una Reforma Electoral sin sanguijuelas legislativas
Alvaro Ramírez
Piso 17

Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco 

Tres temas fundamentales, abordará la Reforma Electoral de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, que ya está diseñada y que solamente espera el proceso legislativo y de parlamento abierto, para que participen en el debate dirigentes, militantes y especialistas: la reducción del financiamiento a partidos; la elección directa de los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE); y la desaparición de los diputados plurinominales, para dar paso a la fórmula representativa de primera minoría.

Actualmente, hay 500 diputados y diputadas. Son 300 de mayoría relativa, es decir, son elegidos por voto directo y representan a cada uno de los 300 distritos en que está organizado el país. Los otros 200 son plurinominales y los postulan los partidos; en su mayoría, son sanguijuelas sin méritos, pues llegan por parentescos, compadrazgos y se trata de curules seguras que son monopolio de los dirigentes partidistas.

¿De qué se trata la eliminación de los pluris? En resumen, en lugar de que los partidos postulen esa lista de aspirantes de representación proporcional (plurinominales), para obtener diputaciones en función de una fórmula que pondera, entre otras cosas, el número de votos obtenidos en general en cada una de las cinco circunscripciones, llegarán a San Lázaro aquellos candidatos que, aun perdiendo su distrito, queden en segundo lugar y hayan obtenido una alta votación.

Esa fórmula aplica en leyes locales de varias entidades y en Puebla se ha utilizado bajo el nombre popular de “el gran perdedor”.

En términos técnicos, se trata de dar espacio de representación a la primera minoría, como ocurre en el Senado de la República, en donde se postulan fórmulas en pareja (primera y segunda fórmulas de cada partido o coalición), pero hay un escaño adicional para quien haya sido postulado en primer lugar de la fórmula que quede en segundo sitio en la votación.

Los diputados plurinominales, que primero fueron concebidos como diputados de partido, en la reforma de 1963, fueron una concesión del régimen totalitario, para dar cabida a las minorías en la Cámara de Diputados, pues eran tiempos en que ganar un distrito por la vía de la mayoría relativa o elección directa era imposible para los opositores.

La “generosa concesión” fue impulsada por el presidente Adolfo López Mateos, pero se trató también de una visión de estadista, pues la inclusión de los opositores en la arena legislativa daba mayor legitimidad al entonces sistema totalitario y monopólico del poder público.

“Es evidente el hecho de que no han podido encontrar acceso al Congreso de la Unión los diversos partidos políticos o las varias corrientes de opinión que actúan en la República; de ahí que, con frecuencia, se haya criticado al sistema mexicano de falta de flexibilidad para dar oportunidad a las minorías políticas, que se duelen de que un solo partido mayoritario obtenga la casi totalidad de los puestos de representación popular.

“Para consolidar la estabilidad política orgánica de que México disfruta, será un factor importante la mejor canalización, por cauces legales, de las fuerzas cívicas, en particular las minoritarias y, muy principalmente, las que estando agrupadas en partidos políticos nacionales, actúan orgánicamente y no en forma dispersa, cuando no anárquica”, explicó en su exposición de motivos la iniciativa que reformó el Artículo 54 de la Constitución.

Luego, los pluris adquirieron las características actuales, tras la reforma de 1977, cuando el presidente de la República fue el priísta José López Portillo y Pacheco y el secretario de Gobernación fue el visionario Jesús Reyes Heroles, quien fue el impulsor de ese cambio constitucional.

Se trató también de un visión de Estado y oportuna, para dar mayor representación a los opositores que terminaron por dar también más legitimidad al régimen, aunque fue, al fin de cuentas, la puerta para que luego la oposición llegara al poder y derrocara en las urnas al octogenario priato, en el año 2000.

Uno de los primeros diputados plurinominales de la izquierda en ocupar una curul plurinominal tras esa reforma fue, paradójicamente, el histórico líder del Movimiento Estudiantil de 1968, Pablo Gómez Álvarez, quien ahora como presidente de la Comisión Presidencial de la Reforma Electoral, será el encargado de aniquilar esa fórmula de elección legislativa.

Aunque esa representación ha tenido una razón política de Estado desde su creación, como diputados de partido en 1963, y su avance como plurinominales en 1977, su utilidad se ha anulado con el abusivo monopolio que de las curules pluris han hecho las dirigencias partidistas.

Los hijos, las hijas, las esposas, los esposos, los parientes, los compadres, las comadres, los concubinos y concubinas y los advenedizos afines a los dirigentes de todos los partidos, pero con mayor énfasis en la oposición, se han apropiado de esas curules que son, en las primeras postulaciones de las listas, paso seguro para llegar al Palacio Legislativo de San Lázaro. Llegan sin méritos, en muchos casos.

Con la solución que propone la Reforma Electoral de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se mantendrá la representación de las minorías, pero al menos los candidatos que lleguen por la fórmula electoral de la primera minoría lo harán con un esfuerzo en tierra, al buscar el voto y, aunque pierdan, si obtienen una buena votación, tendrán la posibilidad de acceso al parlamento.

En otras palabras: se acaba con las sanguijuelas legislativas.

 

@Alvaro_Rmz_V