El Blog de Puebla Deportes escribe Claudia López
La Selección Mexicana Sub-20 volvió a encender la ilusión y el orgullo nacional con una actuación que rozó la perfección. El martes por la noche, el Tri goleó 4-1 al anfitrión Chile en los octavos de final del Mundial Sub-20 y aseguró su pase a los cuartos, donde espera al ganador del partido entre Argentina y Nigeria. Fue un triunfo con autoridad, con buen futbol y con alma. Desde el inicio México mostró mucha intensidad en cada línea, posesión inteligente y una presión que asfixió al anfitrión.
Al final el marcador reflejó lo que se vio en la cancha, una selección que jugó con determinación y personalidad. Tahiel Jiménez abrió el marcador tras una gran jugada colectiva en la que Gilberto Mora asistió con precisión, Iker Fimbres amplió la ventaja con un disparo potente y Hugo Camberos cerró la noche con un doblete que selló el boleto a la siguiente ronda; Chile apenas descontó al final, cuando el daño ya estaba hecho y ya nada se podía hacer. México dominó con más del 70% de posesión, múltiples llegadas y una madurez futbolística que confirma que esta generación está para competirle a cualquiera.
Pero más allá del resultado, lo que se está viendo en este Mundial es el nacimiento de un equipo con identidad. Los dirigidos por Eduardo Arce han mostrado algo que no se compra ni se improvisa: unión, carácter y una idea clara de juego en el que se ha notado su crecimiento en cada partido y un claro ejemplo es el que su paso por este Mundial ha sido tan exigente como emocionante, empezando por su ubicación en el llamado “Grupo de la Muerte” y lograron empatar ante Brasil y España, y no solo eso, vencieron con autoridad a Marruecos, avanzando sin conocer la derrota. Con la goleada ante Chile, México acumula una de las mejores diferencias de goles del torneo y llega a cuartos con paso firme y confianza plena, dejándonos claro que ahora su lugar en cuartos de final no es casualidad, hay trabajo, hay táctica, y sobre todo hay garra.
También otras buenas nuevas son Gilberto Mora, la joya de dieciséis años que ha sorprendido al mundo con su talento, no solo por su técnica, sino por su madurez, su lectura de juego y su actitud. Mora no se esconde, pide la pelota, genera peligro y contagia a sus compañeros con su energía lo que lo hace ver como un jugador que se muestra diferente. Ya suma goles, asistencias y elogios de la prensa internacional; a su lado, Hugo Camberos se ha convertido en sinónimo de contundencia, su doblete ante Chile fue la prueba de que este joven delantero sabe aparecer en los momentos clave, que tiene sangre fría y hambre de gloria. Pero no se quedan atrás Fimbres, Jiménez y Domínguez, ya que cada uno de ellos representa la nueva cara del fútbol mexicano, atrevido, competitivo y con sueños grandes.
Eduardo Arce, por su parte, ha logrado lo que muchos técnicos en selecciones juveniles no consiguen, que es formar un equipo equilibrado, sin estrellas intocables, donde todos trabajan por el mismo objetivo. Su liderazgo ha sido silencioso pero efectivo. México juega con orden, pero también con libertad y con disciplina. Sin duda un gran trabajo de Arce, se nota que los jugadores creen en su entrenador y en su proyecto y eso se traduce en la cancha.
Esta victoria ante Chile también tiene un valor simbólico, con los goles de ayer, México alcanzó los 99 tantos en la historia de los Mundiales Sub-20, quedando a uno de llegar al centena, un número que representa años de esfuerzo, generaciones que soñaron con lo que hoy parece más cercano que nunca. Porque si algo ha dolido al aficionado mexicano es ver pasar grandes generaciones que se quedaron en el camino. La historia de la Sub-20 está llena de promesas que en su momento deslumbraron, pero que por diversas razones no lograron consolidarse, figuras que ilusionaron en su juventud y después se fueron apagando. Por eso este equipo genera tanta esperanza, porque se siente diferente, tiene esa mezcla de talento, disciplina y mentalidad que tanto hacía falta.
México ha tenido grandes participaciones en esta categoría, pero nunca ha podido levantar el título mundial. En 1977 fue subcampeón, en 2011 logró un valioso tercer lugar, y a lo largo de su historia ha disputado diecisiete ediciones, con sesenta y cinco partidos, veintidós triunfos, dieciocho empates y veinticinco derrotas. Había marcado noventa goles y recibido setenta y dos, antes de la justa en Chile, ahora son 99 a favor y 77 en contra. Son números que reflejan constancia, pero también una deuda pendiente, sin embargo, lo que está pasando ahora puede marcar un antes y un después. Este grupo transmite energía, orgullo y pertenencia.
Ahora el Tri Sub-20 aguarda su siguiente desafío con la ilusión intacta. Argentina o Nigeria serán el próximo obstáculo, pero el rival parece lo de menos cuando la confianza está alta y la unión es total. Si mantienen la misma entrega, la concentración y la fe en su fútbol, este equipo puede llegar muy lejos. Lo importante es que los jugadores y el técnico no pierdan el rumbo, que sigan soñando, pero con los pies en la tierra.
Hoy la Selección Mexicana Sub-20 no solo está en cuartos de final, está en un momento histórico. Este grupo nos está recordando qué vale la pena creer, y que en cada generación puede nacer una nueva esperanza. Ojalá que el destino no repita viejas historias, que estos nombres: Mora, Camberos, Fimbres y Jiménez no se diluyan con el tiempo, sino que se conviertan en los pilares del futuro del fútbol mexicano. Porque si algo nos está enseñando este Mundial, es que el talento está ahí, que las ganas sobran, y que México, cuando juega con el corazón, puede mirar de frente a cualquiera. Esta Sub-20 no solo gana partidos, está recuperando la ilusión de todo un país.
@clau_0701