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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, ciencia, récords, maratón.
En el pasado maratón de Chicago, hace unas semanas, la corredora keniana Ruth Chepngetich estableció un nuevo record del mundo al terminar la carrera en 2h09:56 -el anterior era de 2h16:16-. Por supuesto, de inmediato salieron detractores que buscan averiguar qué hizo para poder correr tan rápido, es decir, ¿qué nueva droga se metió o qué trampa realizó? La sospecha se funda en que bajó el récord anterior en casi 7 minutos, lo que a estas alturas es una barbaridad, pero también que se acerca peligrosamente a los números de los hombres: el actual récord del mundo pertenece a Kelvin Kiptum de Kenia, que en 2023 completó el maratón en 2h00:35. Y, curiosamente, en estos días, aparece un reportaje en el diario ABC de España intitulado “¿Qué es el ángulo Q? El aspecto físico que explicaría por qué las mujeres corren los maratones cada vez más rápido” que dice “Se ha puesto de moda. A raíz del brutal récord del mundo de maratón batido el pasado domingo en Chicago, los expertos en Fisiología del Ejercicio, y en especial el doctor Xabier Leibar en su entrevista para ABC, han vuelto a llamar la atención acerca de la importancia de que este ángulo no sea muy grande de cara al rendimiento físico en carrera. La realidad es que las mejores atletas cada vez presentan caderas menos anchas, es decir, ángulos Q que son menores y más cercanos a los de los hombres. Y las marcas mejoran”. El reportaje no deja de ser interesante; por supuesto, la curiosidad científica que salta en cualquier momento para tratar de explicar cualquier cosa curiosa genera un estudio interesante también. Sin embargo, vale la pena preguntarnos algo: ¿Qué tanto el estudio y más adelante el reportaje surgen no solamente para explicar una curiosidad, sino también una anomalía? Claro, como sabrá quien siga esta columna, para mí este triunfo es el de una persona extraordinaria que resulta ser una mujer y no tengo ningún problema con ello. Al contrario, me da mucho gusto leer que hombres, mujeres, trans, o personas, simplemente, rompan los récords del mundo en lo que sea. Ni me da envidia, ni mi condición de hombre heteronormado -en permanente deconstrucción- se ve amenazada.
El estudio afirma que el ángulo Q es el “que forman una línea que parte de la Espina Ilíaca Antero Superior (es decir, la parte externa del hueso de la cadera) al centro de la rótula y otra línea que baja de la rótula a la tuberosidad anterior de la tibia” y ha sido utilizado, siguiendo el reportaje, para identificar “la alineación entre el fémur y la articulación de la rodilla”. Y, el asunto aquí es que, a menor ángulo, mejores resultados en la carrera. “En los hombres el ángulo Q suele estar en torno a los 12 grados -dice el reportaje- y en las mujeres suele medir aproximadamente 16 grados. Cuanto mayor es el ángulo, mejor será de cara al parto y cuanto menor sea, mejor será la predisposición a un buen rendimiento en la carrera a pie”. ¿Embarazo frente a triunfo en el deporte? Bueno, considero que se trata de una dicotomía bastante injusta para las mujeres; pero también el pensar en las mujeres en términos de maternidad no deja de ser bastante machista, con independencia de que el estudio o el reportaje no hayan tenido ese sentido. Es decir, el hecho de que un hombre rompa un récord no sólo no producirá semejante “curiosidad científica”, sino que tampoco sus condiciones físicas para la paternidad serán factor para tomar en cuenta, ¿o sí?
Se podría pensar que exagero o sobre interpreto lo que sucede con este reportaje, pero, con sólo echar un vistazo a los comentarios, corroboro el sentido machista detrás de todo el caso. Por ejemplo, alguien comentó esto: “De hecho, esta deformación de la anatomía femenina en el desesperado intento de ‘volverse más hombres’ seguro que tiene como consecuencia mayores dificultades para ser madre. Todo un logro”. ¡Vaya conservadurismo!, ¡vaya actitud más macha el descalificar el triunfo de una mujer al acusarla de querer dejar de ser madre por su “desesperado intento” de convertirse en hombre! ¿En verdad ella quiere dejar de ser mujer o madre? Ni idea, pero si así fuera, tiene todo el derecho de hacerlo. Por otro lado, es muy común que el esfuerzo que demanda ser deportista de alto rendimiento modifique el cuerpo de los atletas lo quieran o no; es decir, dudo que Chepngetich esté pensando modificar el ángulo Q para mejorar su rendimiento y de paso, de manera perniciosa, obstaculizar sus posibilidades de ser madre. Este comentario hecho por un machirrín es bastante ilustrativo de todo esto: “Que tontería! (sic) Nunca la mujer será igual al hombre! Menos mal, porque de ser así desaparecería la especie humana del planeta! (más y más sic)” Y vale la pena preguntarse, ¿si un hombre curiosamente tiene un ángulo Q superior, estará esforzándose para ser mujer poniendo en peligro el futuro de la humanidad? No nos estamos cuestionando esto de los corredores, ¿por qué sí lo hacemos con una mujer que ha resultado más rápida que otras y otros? ¿Se le cuestiona para desestimar su triunfo? ¿Qué tanto el tratar su caso como una curiosidad o una anomalía es, en el fondo, machista? Porque cuando se trata de los hombres, el tratamiento científico es muy diferente y no cuestiona el posible rol paterno que le toca desempeñar. Es tiempo de repensar la forma en que la ciencia y su divulgación pueden estar contribuyendo de una forma u otra a perpetuar el machismo.
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