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Machomenos escribe Israel León O’Farrill
Palabras clave: machismo, violación, guerra, táctica, crímenes
Una de las peores expresiones del machismo es la violación de mujeres -y de hombres también- como una clara demostración de poder sobre la o el otro, de posesión de la otra persona o de desagravio y mácula de esa mujer frente a la sociedad en la que habita con otros machos que la verán estropeada, manchada, marcada y, en una palabra, arruinada. Bien, no digo nada nuevo. Sin embargo, cuando esa violación se da en el entorno de una guerra, además de lo anterior, adquiere significados añadidos igual o peor de terribles. En una guerra, las mujeres se convierten en botín y tienden a ser como cualquier cosa que se está despojando, invadiendo o destruyendo. Pero, también, tienden a ser el objeto con el que se realiza la ofensa más terrible en contra del adversario: no sólo se está conquistando y poseyendo el territorio, sino que se está poseyendo y vulnerando a sus mujeres. Y, lo que resulta más terrible, si es que lo anterior no fuera suficiente, mediante la violación, mediante el embarazo de la mujer enemiga, se inserta la semilla del violentador con lo que se garantiza que la estirpe del otro desaparezca. Este tipo de violación lleva tintes de genocidio pues se piensa que de esa manera se estará borrando de la faz de la tierra la descendencia del enemigo o, al menos, que quedará sucia, pisoteada. Fueron famosas las violaciones en este sentido en la Guerra de los Balcanes, la también llamada de Bosnia- Herzegovina, donde serbios violaban a mujeres croatas y bosnias para erradicar a sus poblaciones y de paso expandir su simiente por el territorio. Lo peor del caso, es que tal acción no se queda ahí, sino que las mujeres vulneradas experimentaron el odio de sus familias y los vecinos por haber sido violadas o por haberlo permitido -como si fuera tan fácil evitarlo- y no en pocas ocasiones fueron castigadas con la expulsión de la comunidad o hasta con la muerte. Según el reporte “Violación como táctica de guerra”, elaborado por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer, “la violencia sexual no es una acción aislada que realizan soldados descontrolados, sino que se trata de una táctica de guerra deliberada. La violencia desplaza, aterroriza y destruye a individuos, familias y comunidades enteras, alcanzando cotas inimaginables de crueldad contra mujeres de todas las edades, desde recién nacidas hasta ancianas. Las supervivientes pueden sufrir traumas emocionales y daños psicológicos, lesiones físicas, embarazos no deseados, estigma social e infecciones de transmisión sexual como el VIH. El miedo a la violencia sexual se apodera de las comunidades e impide que las mujeres y las niñas participen en la vida pública o asistan a la escuela. Los costes y las consecuencias perduran durante generaciones. En numerosas ocasiones, las violaciones en masa continúan a pesar del silencio de las armas y de la firma de los tratados de paz”. Hoy tales crímenes son contemplados como de lesa humanidad y supuestamente son duramente castigados por las cortes internacionales. ¿Será?
El siglo pasado y lo que va del presente, se han caracterizado por albergar numerosos conflictos armados, guerras civiles y dictaduras, que han contado entre sus horrores la franca idea de la eliminación del contrario, argumentando para ello cualquier pretexto, sea religioso, político, xenófobo, racista y lo que se ofrezca. Y, como si fuera un requisito fundamental para cumplir con el esquema, la violación debe existir. Según el mismo reporte de UNIFEM, “Los datos disponibles muestran unos índices de violación alarmantes durante y después de los conflictos: entre 250.000 y 500.000 mujeres y niñas fueron violadas durante el genocidio de 1994 en Ruanda, más de 60.000 en la guerra civil de Sierra Leona, entre 20.000 y 50.000 durante la guerra en Bosnia y Herzegovina y al menos 200.000 en la República Democrática del Congo desde 1996. Aunque son cifras estremecedoras, el número real de víctimas suele estar muy por encima de estos datos, pues la mayor parte de las víctimas nunca da parte a las autoridades”. Este mundo, terriblemente afectado por el patriarcado y el machismo, ve en la sexualidad algo prohibido y en la mujer el objeto de deseo y destrucción de la voluntad del otro. Si esto no existiera; si, por el contrario, el hombre fuera el objeto de deseo, el patriarcado ya hubiera implementado la violación masculina como táctica, no me cabe duda.
Lo más serio del asunto, es que esto sigue ocurriendo hoy en día. En el conflicto entre Israel y Palestina, se encuentran ya documentadas violaciones. Según un reporte publicado en la Agencia Anadolu (Turquía), “Expertos de la ONU expresaron este lunes 19 de febrero alarma por las ‘acusaciones creíbles’ de atroces violaciones de derechos humanos que las mujeres y niñas palestinas siguen enfrentando en la Franja de Gaza y Cisjordania por parte de las fuerzas de Israel. (…) ‘Estamos particularmente angustiados por los informes de que mujeres y niñas palestinas detenidas también han sido sometidas a múltiples formas de agresión sexual, como ser desnudadas y registradas por oficiales masculinos del Ejército israelí’. (…) Los expertos dijeron que al menos dos detenidas palestinas fueron presuntamente violadas, mientras que otras habrían sido amenazadas con violación y violencia sexual”. Y, según un reporte del canal France24, “El 7 de octubre, el grupo islamista Hamás secuestró a cientos de personas, algunas eran mujeres. La ONU ha señalado que ha accedido a información ‘clara y convincente’ para afirmar que muchas rehenes han sufrido de múltiples formas de violencia sexual. Además, asegura que estos abusos continúan para las que siguen en cautiverio en Gaza”. Como se ve, la violencia sexual se suma a la violación de los derechos humanos más elementales por parte de ambos bandos. Por supuesto, ninguna de estas acciones puede ser justificada con ningún argumento y tienen que ser condenadas y perseguidas por igual. Empero, quien a ojos de occidente supuestamente lleva la causa justa, el estado israelí, debiera estar a la altura moral que tanto presume; sin embargo, si lo que están realizando en ese lugar es un claro genocidio, cosa que no aceptan ni aceptarán, poco se habrán de preocupar de semejantes atrocidades sexuales cometidas en la zona. ¿Serán llevados a la justicia por crímenes de lesa humanidad? No lo creo. Lo dicho, la violación es una de las peores prácticas del machismo en el mundo y se sigue dando en el hogar, en la escuela, en las fiestas, en la calle y todavía con mucha impunidad. Pero lo que es peor, sigue dándose como una táctica de guerra, como bien señala el reporte de la ONU. En verdad, pareciera que la humanidad, en su conjunto, sin importar religión, filiación política, nacionalidad, color de piel, ha abrazado el patriarcado y su expresión macha y, al parecer, pocas ganas tiene de soltarlo. Vamos bien mundo, muchas felicidades.
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