Lunes, 06 Mayo 2024 21:27

Machos en video

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, video, redes sociales, acoso sexual, violencia.

Estos días han estado pletóricos de noticias sobre acoso sexual en diversos espacios y ha sido gracias a lo avanzadas que se encuentran las tecnologías visuales, en específico a las cámaras de los teléfonos celulares y de equipos de vigilancia. Desde que se inventó la forma de registrar la realidad en imágenes, allá por 1830 cuando el francés Joseph Nicéphore Niepce logró captar una imagen en una superficie emulsionada a través de una cámara oscura, la imagen se ha convertido en un referente indispensable como testigo de acontecimientos y dispositivo de memoria. Luego vino el cine y más adelante el video, que dotaron a la imagen de movimiento y sonido. Y, en este viaje vertiginoso, llegamos al presente donde nuestros teléfonos celulares, dependiendo de su marca y calidad, vienen integrados con equipos de video y audio en general bastante buenos. Lo mismo sucede con los equipos de vigilancia que son dispuestos en negocios, calles y avenidas principales, hogares, escuelas, autobuses, aviones, en fin, en todo aquel espacio donde haya que dejar registro de lo acontecido por razones de seguridad y control.

Desafortunadamente, como todo lo que desarrolla nuestra humanidad, vienen aparejados con la existencia de estas tecnologías vicios terribles. En efecto, todos tenemos una cámara de foto y video en la mano y podemos ocuparla para captar lo que sea, incluidas imágenes y videos íntimos, con el consentimiento de nuestra pareja; podemos enviarlas vía las redes sociales o correos electrónicos; podemos ubicarlas en almacenes digitales (drives) y compartirlas con quien se nos dé la gana. Hasta ahí, no encuentro nada de malo en ello. Después de todo, siempre que haya consentimiento o acuerdo mutuo, y cuando la otra persona tenga la mayoría de edad o goce de sus facultades mentales, uno puede hacer lo que le venga en gana. El asunto es cuando se toman las imágenes o los videos sin el consentimiento, cuando se convence a menores de edad de participar en ellos, cuando se comparten sin su autorización en redes, grupos de guats, páginas pornográficas y un largo etcétera. Y, salvo en muy contadas ocasiones, quien realiza estas fechorías son hombres, es decir, machirrines nefastos que comparten con otros machirrines sus conquistas o imágenes de sus ex en venganza. O, como lo hizo el hoy tristemente célebre ex profesor de la BUAP, tomándolas de plano en la calle, cámara en pie, poniéndola entre las piernas de mujeres que llevaban falda. Quién sabe cuánto tiempo llevaba este individuo en esa práctica, pero por las diligencias que se están siguiendo, pronto lo sabremos.

 Por otro lado, gracias a que hay cámaras en muchos lados que vigilan ciertos lugares importantes, como hemos comentado, salieron a la luz dos machirrines que fueron captados infraganti y exhibidos en redes sociales: uno, el tipejo que tocó a una mujer para después huir en Huexotitla en Puebla y que quedó grabado por una  cámara que se encontraba en las inmediaciones; el otro, un acosador que se masturbó en un transporte público del Estado de México a un lado de una mujer con la que compartía asiento y es enfrentado por el conductor del autobús que le propina una paliza. En ambos casos, quedaron registradas tanto la acción como los rostros de los atacantes. En redes sociales se han viralizado los videos con la intención de dar a conocer a los perpetradores y alertar a la población para evitar que atenten contra otras personas. Bien, espero que funcione. Sin embargo, estos tres acontecimientos me llevan a diversas reflexiones.  

Primero que nada, está claro que cada vez resulta más difícil que los acosadores puedan llevar a cabo sus delitos sin que exista registro. Pero, desafortunadamente, hay miles y miles de ataques que no son registrados por las cámaras y quedan totalmente impunes pues, o no se denuncian, o de plano la autoridad no los persigue. De hecho, en muchas ocasiones, sea por la interpretación de la ley, sea porque hay contubernio con los perpetradores, la justicia queda a medias, con todo y que la ley ha avanzado mucho en este aspecto. A su vez, gracias a que algunos malandrines captados en imágenes han exigido su derecho a no ser exhibidos en redes y medios hasta que no se les demuestre su culpabilidad, hoy se tienen que digitalizar rostros o colocar cintillos negros en los ojos, cosa que no se ha hecho en redes y medios que han transmitido imágenes y videos de estos individuos y espero que eso no opere a su favor. Y, lo peor del asunto, es que el abuso sexual sigue ahí, presente en nuestras vidas. No se trata de ver en estos tres sujetos a “depravados sexuales”, es decir, enfermos que no pueden controlarse pues eso los coloca en un estado de “anormalidad”, tan cómodo para nuestro sistema machista. Por el contrario, es necesario que los reconozcamos como la norma pues, nos guste o no, este tipo de acciones son más comunes de lo que queremos reconocer. El acoso callejero y los abusos que hemos descrito son perfectamente normales, tan feo como suena. Cada uno de estos individuos aprendió desde casa y desde su entorno, que las mujeres son objetos que podemos tocar, captar en video o exhibirnos frente a ellas cuando queramos. Son machos en toda forma y, la única diferencia entre ellos y los otros, es que estos fueron captados en la cámara y expuestos en redes sociales. Pero, como he tratado de hacerlo notar en esta columna desde su creación, el machismo y una de sus expresiones más nefastas, el abuso sexual, es social y culturalmente aceptado, creado y recreado y transmitido de padres a hijos día con día. Lo que vemos en estos casos no es el triunfo de la tecnología sobre la delincuencia, sino la más que vergonzosa evidencia de que el machismo y el acoso siguen ahí y se resisten con fiereza a desaparecer. Vergüenza en verdad.      

 

  

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