Amputarse el dedo para trascender (II)

Amputarse el dedo para trascender (II)
Fernando Maldonado
Parabólica

Parabólica.mx escribe Fernando Maldonado  

Como dirigente político, Andrés Manuel López Obrador, registró los mejores números y resultados electorales cuando en el país era improbable que una fuerza de izquierda tuviera siquiera probabilidades de ganar un modesto gobierno municipal en las serranías de la República.

El ahora presidente de la República fue dirigente del Partido de la Revolución Democrática entre el 2 de agosto de 1996 y el 10 de abril de 1999. Eran los tiempos en que como dirigente de la oposición ya había conseguido tirar al gobernador de Tabasco Salvador Neme por un fraude electoral.

Había marchado al frente del Éxodo por la Democracia, pero también encabezado el bloqueo de pozos petroleros en el tropical estado de Tabasco. En una entrevista al difunto periodista Ricardo Rocha en medio de la protesta petrolera en el lejano 1966, López Obrador habló de la ausencia de justicia y los abusos de Petróleos Mexicanos.

 “Si los chontales fuesen texanos -que son orgullosamente chontales-mayas-tabasqueños-, fuesen de los más ricos del mundo porque este campo está produciendo 40 mil barriles de crudo diariamente”, respondió al entrevistador en un ejercicio inédito en la televisión comercial de aquella época.

Desde la tierra del edén al corazón de la República, López Obrador había comenzado a trabajar su lugar en la historia. En 1997 cuando no había forma de hacer política partidista o movilizaciones masivas sin los apoyos oficiales o el impulso del aparato del Estado, obtuvo para el PRD 125 diputaciones de mayoría a la Legislatura LVII, la más alta en la historia de los comicios en el país.

En ese mismo año con Cuauhtémoc Cárdenas consiguió arrebatar el Departamento del Distrito Federal, frente a las candidaturas del estatus quo: el priista Alfredo del Mazo y el panista Carlos Castillo Peraza.     

La carrera ascendente no iba a parar ahí porque en 1998 el PRD y otros aliados consiguieron los gobiernos de Tlaxcala, con Alfonso Sánchez Anaya; Zacatecas, con Ricardo Monreal Avila; y en 1999, Nayarit con Leonel Cota y Nayarit, con Antonio Chavarría.

En ese tiempo el gobernador que menos porcentaje de votación había obtenido alcanzó el triunfo con 46.5 por ciento y el máximo, 56 por ciento. Pero vino el tropiezo, estrepitoso, incontenible en un proceso de renovación interna perredista que salió de sus manos, hasta anular la elección de la cúpula dirigente.

Los memoriosos militantes de la izquierda asumen como la mácula en la biografía política de López Obrador, el líder social de izquierda más importante de la última parte del siglo XX, que luego venció al status quo en el país, y que no debe repetirse más.

La posibilidad de convertirse en el primer ex Presidente en merecer un lugar digno en la historia del país está al alcance de una decisión política unipersonal inédita: respetar las reglas de competencia que su propio partido político decidió para que haya piso parejo, sin heridas ni rencillas infranqueables.

López Obrador deberá honrar la palabra como el viejo luchador social desde los campos petroleros de Tabasco para acceder a ese podio de la historia. Para utilizar una figura retórica de la picaresca nacional: deberá amputarse el dedo para evitar apuntar a la corcholata que las encuestas desdeñen.

@FerMaldonadoMX

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