Barbosa, el ausente

Barbosa, el ausente
Fernando Maldonado
Parabólica

Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado

La muerte nunca falla cuando se lleva a quien corresponde o le toca, porque es lo único cierto que existe en la vida. Pero también es infalible en lecciones postreras, contradicciones, coincidencias, la tragedia y el duelo.

Todos esos elementos rodearon la muerte de Miguel Barbosa, el personaje de la izquierda que se impuso a toda dificultad personal, profesional y política desde que salió de su pueblo en Zinacatepec, en la región de Tehuacán, hasta convertirse en un interlocutor permanente con quienes detentan el poder político y económico en México. 

La corta visión, arrebato y afán de desquite no es la mejor manera de evaluar a quien ocupa el espacio público porque nubla juicios y alimenta malas emociones. Son entendibles, pero al final inútiles.   

Los últimos días de vida, Miguel Barbosa que este miércoles cumple el primer año de fallecido, fue el de un político congruente con el pensamiento de izquierda exaltado en sus últimos días por el líder fundador de Morena y presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. 

Nadie puede desdeñar que semanas antes del deceso López Obrador reconoció que la enorme marcha en defensa de la 4T en noviembre pasado, había sido idea original de Barbosa, que luego encabezaría la propia, en las calles del Centro Histórico.

Un año ha pasado y se ha enaltecido poco y pasado factura con rudeza con quien, en la práctica, encabezó una auténtica y sin corta pisas ni simulación, instauración de un nuevo modelo. A su modo, con fortuna o sin ella.

Testigos de esas marchas callejeras narran momentos en que la gente arengó al gobernador poblano, sobre avenida Reforma en el corazón de la república y en la capital del estado, de manera genuina, sin sembrados ni acarreado con aplauso fácil, que los hay en todas expresiones políticas.

La idea de los santos y demonios por separado es ideal obsoleto. Son los claroscuros los que a todos nos rodea. Nada parece lo que es.

Y ahí estaba el otro perfil de este poblano, santón de izquierda capaz de sentar a la misma mesa y tiempo a personajes cuestionables como Ernesto Cordero y Roberto Gil Zuarth, ex funcionarios de primera línea con Felipe Calderón o al priista Carlos Romero Deschamps, ex dirigente petrolero recién fallecido y rodeado de esa sombra de corrupción.

Imaginar los tiempos electorales que corren con la presencia de Barbosa en el poder público es imposible porque no existe más que la suposición y la imaginación. A juzgar por la forma de procesar y operar, no sería este exactamente el momento de los abrazos, si no el de la polarización.

He podido entrevistar todos los gobernadores desde Melquiades Morales en el ocaso de su periodo de gobierno; Manuel Bartlett como senador de la República y Mario Marín; a Rafael Moreno Valle como diputado y senador; y en todos los casos ha sido un reto intelectual y profesional por el alto perfil, características propias, pero rodeados del perfume encantador del poder que nubla la razón.

Miguel Barbosa no escapaba a esa condición y junto con Bartlett, son quienes poseen agilidad y olfato políticos mayormente dotados, proveídos ambos por años de lecturas, praxis en el campo de la operación y capacidades intelectuales.

Por esos dotes es que un día en Casa Aguayo, el recinto en el que despachó siempre -reconocido por el presidente López Obrador-, dijo a quienes los acompañaron en la intimidad del poder con toda claridad que el barbosismo dejaría de existir el día de su ausencia definitiva, que nadie se engañara.

El ex gobernador difunto no se dejó engatusar por ese perfume encantador del poder, se sabía con los días contados y con capacidades políticas limitadas. Nadie podrá saber a ciencia cierta, pero eso podría explicar haber ejercido la gestión de gobierno al límite y la irrepetible capacidad argumentativa en el discurso de un personaje que tanta inquietud genera aún.

@FerMaldonadoMX

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