Historias de Engatusada escribe Lety Torres
Crecí, relativamente, en medio del mundo del narcotráfico. En el norte es “normal” que papás de amigos -algunos entrañables- en la primaria y secundaria se dedicaran “secretamente” al oficio.
Hombres armados, enormes casas con jardín, grandes bardas y muros, choferes, guardias por doquier y comida extravagante eran solo algunas de las características en las vidas de aquellos amigos.
“Lo mataron cuando la niña iba llegando, no tuvieron respeto los muy cabrones”, escuché decir a mi papá cuando le dijo a mi mamá que habían asesinado al padre de Elisa, mi compañera del colegio.
No era mi amiga, pero un día nos invitó a su fiesta de cumpleaños y supuse que era hija de “uno de los malos”. Cuando le conté a mis papás la dimensión de lo que vi, desde la perspectiva de una niña de 10 años, me prohibieron juntarme con ella. Me sentí mal, siempre estaba sola y su cara triste. Decía que nunca duraba en una escuela más de tres meses cuando se la llevaban.
Hoy estoy atrapada en Acapulco. Estuve más de tres horas en medio de una historia de terror de esas que parecen de película pero que refleja la realidad de un país que carece de gobernabilidad y que va en decadencia.
La mañana de este lunes fueron bloqueadas alrededor de las 12:30 las entradas de Chilpancingo, considerado el municipio más peligroso y violento del país.
En la primera caseta de Acapulco hacia Ciudad de México (en nuestro caso a Puebla) nos avisaron que no había paso. Que “transportistas” tomaron las casetas para exigir “mejores condiciones”. Dos horas después avanzamos, pero todo se convirtió en un infierno.
3:21 pm. CAPUFE informa que el tránsito se había regularizado. Alcanzamos a pasar la primera caseta. En medio de la nada, coches, camiones y hasta policías venían de vuelta en sentido contrario. Alcanzamos a llegar a esta especie de “paraderos hechizos” donde dos patrullas de la Guardia Nacional nos informaron que “habían abierto, pero los narcos tomaron el control. Si quiere cruzar Chilapa es su responsabilidad, nosotros nos abrimos. Se está poniendo muy cabrón. Ellos deciden quién pasa y quien no... están levantando gente, ahora sí que cada quien seño”.
No había vuelto a sentir el miedo en el estómago como cuando vi en casa de Elisa los balazos incrustados en la pared de la entrada principal.
Habían matado a su papá una semana antes; ahí en la puerta de su casa cuando ella iba regresando de la escuela.
Incertidumbre, miedo, angustia, gente armada y encapuchada, cientos de personas enardecidas por algo que no era el transporte.
Dos grupos de la delincuencia organizada se disputan la plaza, Chilpancingo. Alguien no cumplió los acuerdos y durante el fin de semana empezaron los cotos de violencia. 6 muertos y decenas de carros incendiados.
Hoy vi de cerca, desde mi coche, con mis familia dentro ¡carajo!, el terror que viven centenares de mexicanos en el país.
Y uno no puede hacer nada. Solo rezar porque no se te acerque nadie en medio de una carretera infestada de delincuentes a pie, enmascarados y amedrentando con sola presencia.
La diferencia con la historia de Elisa, es que en aquellos tiempos los “malos” sólo se metían con los “malos”.
Mataron a su papá sin saber que ella llegaría en el momento. Los que lo asesinaron ofrecieron su protección eterna a la familia, eso contaba su mamá a otras mamás de la escuela.
Abrazos no balazos dice el presidente. El problema es que solo él lo piensa.
@LetyTores_G