Historias de Engatusada por Lety Torres
Lo primero que hice cuando entré fue hincarme y pedirle perdón.
Al inicio que me gritó, pensé que había tenido un mal día. La segunda, supuse que era a causa de nuestros problemas económicos. La tercera dije “a veces se pone así, pero casi siempre es bueno”.
Fue dos años después, regresando del trabajo muy cansada, a apenas una calle de mi casa cuando di una vuelta en U y me subí al camellón sin darme cuenta. Le di un golpe a mi coche, eso significaba que otra vez me gritaría.
Con un ataque de pánico, me quedé afuera más de media hora pensando qué mentira decir para disminuir su enfurecimiento.
Entonces entré a su estudio y me preguntó ¿qué te pasa mi amor? y sin pensarlo me hinqué y sin más, le pedí perdón.
Sí, yo también fui víctima de violencia.
Gritos, ofensas, golpes bajos a mi desaparecida autoestima y después, faltaba más, la ley del hielo.
Era muy joven cuando lo conocí. Acababa de llegar a Puebla no más de dos años antes. Mi juventud y sobre todo la soledad hicieron que me “agarrara” de alguien que de inicio fue -como pasa con casi todos los patrones de violentadores, extremadamente atento, amable, cariñoso, pendiente de mí, detallista, pero también celoso, inseguro, introvertido y públicamente con el mejor carácter.
Una nunca se entera de los focos rojos que prenden y apagan como torreta. O sí, pero piensas que no son tan rojos como parecen.
Estuve casada con él poco tiempo. Fue una relación que concienticé, estaba mal prácticamente hasta ese día en que, sin amor propio, muerta de miedo y sin dignidad me hinqué llorando.
Por muchos años me avergoncé de mí. No podía contar esta historia. ¿Cómo sucedió? ¿Cómo una mujer como tú permitió tanto? ¿Por qué te dejaste? Me pregunté durante años, sin minimizar las críticas y señalamientos silenciosos de quienes escuchaban mi historia.
Hace unos días informaba en el noticiero sobre las estadísticas del 911: siete de cada diez llamadas de emergencia que reciben son por violencia hacia una mujer.
o estoy casi segura que somos más mujeres quienes hemos padecido algún tipo de maltrato; pero es mucho más complejo de lo que se pudiera pensar el decirlo, gritarlo, denunciarlo.
El miedo te paraliza. La manipulación bajo la que se vive va más allá de la propia conciencia.
Esta historia tiene más de 20 años y las cicatrices siguen abiertas. Hoy cada que una mujer desaparece siento un nudo en el estómago y pienso -mire nada más que estupidez-, que de ninguna manera habría llegado a tanto; pero después reflexiono y me pregunto ¿y si hubiera sido yo?
A los pocos días que le di el golpe a mi coche y me hinqué pidiendo perdón supe que debía irme. Tomé valor, supongo que, de la humillación, y me escapé con una mano adelante y otra atrás.
Han pasado más de 20 años y aquí estoy contando -en resumen- una terrible parte de mi vida.
Lo hago porque quiero que sepa querido lector que sí, que yo también fui víctima de violencia. Que habemos más mujeres violentadas de las que las mismas estadísticas podrían enumerar.
Dicen que el valiente vive hasta que el cobarde quiere y aunque es la cobardía quien nos rige en esos momentos violentos, se puede salir aunque no sea ilesa.
@LetyTorres_G