Historias de Engatusada escribe Lety Torres
Hoy cumple 36 años mi hijo mayor. Quizá no lo necesite aclarar, pero lo haré, no es mi hijo biológico, pero si del corazón.
Dicen que nadie sabe lo que es ser madrastra hasta que te conviertes en una. Y fue con él, con Luis, con quien empezó mi historia.
De inicio la palabra misma provoca -quizá por culpa del cuento de Cenicienta-, una especie de rechazo colectivo por siquiera pronunciarla.
(Siempre que me presento como la madrastra de uno de ellos recibo miradas inquisidoras seguramente llenas de teorías absurdas de cómo llegue a ocupar ese lugar).
Nunca he entendido porqué, si es una palabra que implica muchísimas cosas que deberían ser reconocidas.
Por ejemplo, quienes somos madrastras, ponemos mucha energía en agradar, en demostrar que somos como cualquier mujer, en evitar los conflictos, en buscar nuestro lugar e incluso en este proceso terminamos en algún momento pasando por encima de nosotras mismas conscientes o no de que lo estamos haciendo.
A veces, al principio de este camino, llega un punto en que no sabemos quiénes somos, lo que queremos o lo que sentimos ¡Que fuerte!
Es el efecto de volcarnos hacia fuera, hacia nuestra pareja y hacia sus hijos que empezamos a querer como nuestros.
Ahí es donde lo que empieza no puede terminarse, creo yo, incluso si te separas del hombre que te convirtió en madrastra.
Conocí a mis hijastros hace muchos años. Nuestro primer encuentro real como “familia” fue en un viaje a Acapulco que por supuesto resultó desastroso.
“En qué carajo estoy metida”, pensaba mientras regresábamos por carretera en camión después de atropellar a un perro que salió de la nada y que dejó sin eje y radiador el coche.
Para ellos tampoco debió ser fácil. Una mujer relativamente extraña dirigía las actividades de sus vacaciones, y por si fuera poco era la nueva pareja de su papá con quien quizá se casaría algún día.
A 17 años de aquel viaje de los siete días (¡una semana!), más largos y terroríficos de mi vida, aquí sigo aprendiendo de ellos.
Hoy que veo a Luis cumplir 36, convertido en un hombre en toda la extensión de la palabra, con una esposa divina y con planes maravillosos para su vida, no tengo duda que en lo que haya yo participado lo hice como debía.
Lo veía partiendo su pastel y supe que el secreto para ser una buena madrastra y vivir en paz, es tenernos siempre en cuenta, ellos a mí y yo a ellos, respetar nuestros propios límites y cuidar lo más importante, nuestra felicidad individual y de familia. No es fácil lograr lo que nosotros tenemos.
Me siento feliz de saber que todo lo vivido estos años a su lado (Luis, Aranza y Abril) ha valido la pena.
Felicidades mijo. Por muchos años más de vida llena de bendiciones.
@Lety_TorresG