“El baile de las luciérnagas”, la serie que me hizo pensarte

“El baile de las luciérnagas”, la serie que me hizo pensarte
Lety Torres
Fauna Política

Historias de Engatusada escribe Lety Torres

Dentro de unos días -el 5 de Mayo- Yamilette mi amiga, cumple cinco años de muerta. Un cáncer en etapa tres, un sistema de salud ineficiente, y las decisiones del destino (que yo le llamo Dios) le arrebataron la vida antes de siquiera cumplir 40.

No he conocido a nadie más con la facilidad que ella tenía de ver siempre lo bueno incluso en lo más malo. Con una excesiva bondad, ella prefería ver las cosas siempre desde la mejor perspectiva incluida su inevitable muerte.

Durante los dos años que tuvo cáncer jamás la vi enojarse por lo que le sucedía.

Quimioterapias, radios, trofología -una jalada de los tratamientos alternativos- y decenas de terapias psicológicas no fueron lo suficientemente agotadoras como para que perdiera su buen humor y su simpleza.

En la última etapa de su enfermedad hizo una lista de lo que necesitaba dejar resuelto.

Por ejemplo, eligió personalmente el bosque (Haras) donde quería que fueran enterradas sus cenizas convertidas en semillas para entonces, decía ella, volver a nacer en un enorme árbol con muchas hojas y un tronco tan grueso y fuerte que ningún viento lo tumbara. Una especie de epifanía de su próxima vida.

Decisión que, por supuesto fue cumplida a cabalidad, con toda su familia y amigas que acudimos a su auto organizado velorio vestidas de blanco (era más fácil vestirnos de negro, pero no la pude convencer).

La organización incluía una celebración póstuma con nuestro grupo de amigas y ella presente a través en una gigantesca foto.

El fin de semana ¿casualmente? vi la segunda temporada de la serie “El baile de las luciérnagas“ (Firefly Lane). Es la historia de dos amigas que se conocieron en la adolescencia y recorren la vida juntas con todo lo que ello implica.  Es ese tipo de historias que, sin cursilerías, te mueven el piso y el alma y que el final no decepciona.

No pude evitar pensar en Yami y tampoco en lo frágil que es la puta vida. Era joven, guapa, soltera y te hacía reír hasta escupir saliva.

Nunca nos reímos tanto como cuando en su última estancia en el hospital y que me quedé a “cuidarla”, a media noche me pidió llamar a un sacerdote para confesarse, la risa de ambas fue inevitable tomando en cuenta que era atea.

No conforme con hablar con aquel padre durante 20 minutos -porque sí se confesó - intentó contarme sus pecados.

Fue una de las noches más sanadoras de mi vida pues fui yo quien terminó confesándole mis más oscuros secretos y que literalmente se llevó a su tumba.

La extraño. Todas en el grupo la extrañamos. Pero ya saben lo que dicen, que así de injusta, de maldita y cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.

Cita:

“Hay un lugar al que voy, donde nadie me conoce, no es solitario es necesario, es un lugar que inventé para saber de qué estoy hecho” - Matt Simons.

Por cierto, esto posteó cuando se enteró que tenía cáncer.

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