Pólaroids del fin del mundo

Pólaroids del fin del mundo
Alejandro Páez Varela
Columna de Alejandro Páez Varela

La columna de Alejandro Páez Varela

Si quiere pasar un buen momento, busque el capítulo “Dos días antes de después de mañana” de la vieja serie animada South Park. Se los cuento en dos patadas y sin final para no echárselos a perder. Inicia cuando dos de los personajes principales, Cartman y Stan, juegan dentro de una lancha a la orilla de un lago. Imaginan que aceleran y que disparan a enemigos y en eso se encuentran las llaves. Uno de los niños convence al otro para que den un paseo y terminan chocando contra una represa de castores que, se vienen enterando, protegía un pueblo de Colorado.

La televisión reporta miles de millones de muertos en ese pueblito montañés de apenas unos miles de habitantes; el reportero no ha visto a una sola persona pero alerta que se ha desatado hasta el canibalismo. Los científicos analizan qué está pasando y concluyen que es el cambio climático el que destruyó la presa y destruirá el mundo dos días antes de después de mañana.

Se desata el caos, obvio. Millones huyen, saquean los supermercados y se van a los refugios. Los científicos siguen investigando mientras que el Apocalipsis adelantado ofrece oportunidades a los verdaderos héroes del tipo Lorenzo Córdova, y mártires como Edmundo Jacobo. Uno de los niños llama a su padre al albergue porque imagina que está extraviado. ¡Extraviado! ¡Justo cuando viene lo peor del cambio climático! Entonces Lorenzo y Edmundo, junto con Claudio Equis, organizan una marcha para rescatar al niño. Hace un calor del demonio y se ponen chamarras para resistir el inminente bajón de la temperatura, un frío como nunca se ha visto y como nunca se verá porque es falso.

Nuestros héroes y mártires, Lorenzo, Edmundo y Claudio Equis, resisten el frío imaginario y marchan, marchan en defensa de la democracia y del planeta. El viento imaginario provoca un frío imaginario inaguantable que golpea imaginariamente el rostro de los tres. Tienen un calor endemoniado abajo de esas chamarras pero uno de ellos lo justifica: es la última etapa de la hipotermia, es decir, están a punto de morir.

¡Oh, Dios mío, no van a resistir esa tormenta invernal imaginaria! Pero son días que requieren valor: el mundo está a punto de ser devorado por el tirano insaciable imaginario que es el cambio climático, o López Obrador. El INE y el mundo los necesita, la democracia los necesita como nunca. “La humanidad requiere héroes y mártires para restaurar la normalidad democrática y recomponer el orden constitucional”, grita y manotea nuestro Córdova, algo lorenzo por los eventos, y se entiende: si no son ellos, los guardianes de la galaxia (y de la democracia) desde hace tantas décadas, ¿quién más podrá defenderla? ¡Restaurad el orden constitucional, os lo demando!, grita más fuerte.

Ahora, hay que dejar clara una cosa: defender al mundo no sale gratis. Para empezar, se necesita crear el peligro inminente y para eso está el reportero de South Park. Hasta allí bien. Los héroes no vienen del éter; los desamparos por el dictador climático requieren fideicomisos que garanticen que no sufrirán hambre, sed, frío o calor; fideicomisos millonarios que harán más llevadera la lucha, claro, porque sin dinero a cualquiera le dan ganas de dejar de luchar por la democracia. Sin fideicomisos, de hecho, todas las flores se marchitan; más aquellas flores delicadas que son el perfume mismo de la democracia.

Nuestros tres héroes-mártires han avanzado apenas unas cuadras bajo esas enormes chamarras y en esa tormenta invernal imaginaria cuando uno de ellos cae. Es Edmundo. Hay dolor y hay llanto. Córdova lo abraza para que no parta solo al terrible infierno de ganarse la vida como todos los demás. Pero hay consuelo, Dios bendito, porque no ha muerto y porque esos fideicomisos y esos salarios y esas prestaciones que tendrán, quizás, los directivos de Coca Cola en Nueva York, son suficiente aliento para seguir luchando. ¡Despertad de la muerte, Jacobo!, grita y manotea Córdova, algo lorenzo porque se está cociendo debajo de la chamarra.

No me extiendo. Y al final del capítulo, Stan confiesa que la presa de castores no se rompió por el cambio climático sino por su travesura infantil. Lo confiesa pero ya nadie lo escucha. Se han inventado una tragedia global de tales dimensiones; hay héroes, hay mártires que han sido santificados: ¿con qué cara se destruye el mito? La tragedia electoral-invernal inventada cobra sentido si logró su cometido, aunque fuera una falsedad. No importa. Han vencido. El dictador climático nunca llega al mundo o al pueblo pero el sacrificio de los padres de la democracia valió la pena.

Busquen el capítulo “Dos días antes de después de mañana” de South Park. Es una parodia de una película apocalíptica sobre el cambio climático. Les prometo que sobrevivirán de buen humor. Es una historia de vivales y manipuladores, como las que se han puesto de moda en meses recientes.

Me encontré a un amigo que trabajó muchos años como analista financiero para una empresa con sede en Nueva York. Nos habíamos conocido en 1994 y él recordaba cuando salimos corriendo, cada quien a su rumbo, el día en que mataron a Colosio. No dejaríamos de correr todo ese año. Lo recordamos y nos sentimos afortunados, o eso creo, de compartir aquella experiencia. Qué año tan angustiante. Al siguiente, yo y millones de mexicanos éramos desempleados.

Me interesaba mucho su punto de vista sobre México. Le expresé mis dos preocupaciones centrales, sobre las que he hablado en Los Periodistas y sobre lo que he escrito: el poder que ha ganado el Ejército y la tremenda frustración que resultó Alejandro Gertz Manero. Coincidió conmigo  y agregó la tragedia corrupta que es el Poder Judicial. Coincidí con él y le pregunté, porque esa es su materia, sobre la economía.

Noté que fue cauteloso, porque en realidad ninguno de los dos sabíamos del otro. Empezó con algunos indicadores de inicios de semana, cifras trimestrales y luego anuales. ¿Y?, le pregunté. Confieso que son algo impaciente. Me dijo esto: “Pues con mucho respeto para los que piensan distinto –se acomodó la corbata–, pero este Gobierno nos salió más ortodoxo que cualquiera de los anteriores. Te lo digo porque esa es mi materia. Afuera, en Londres o Nueva York, hay un entusiasmo enorme por México y se nota en los flujos de capital”.

Platicamos más, pero esa frase, con su permiso, la anoté en el celular. Cada quien pagó su mandado y nos despedimos en el súper.

Camino a casa recordé aquella jovencita, inocente la pobre, que lloraba desconsolada el día de la votación, en 2018, y decía: “Ya vine a votar y estoy llorando y estoy muy triste porque todo el mundo está votando por AMLO. Vamos a ser pobres todos por elección propia y no lo puedo creer. Neta, estoy asustada de que todos estén votando por AMLO. Vamos a vivir como Venezuela, todos vamos a ser pobres y nos vamos a morir de hambre porque están votando por AMLO todos aquí. Estoy harta…” Y allí termina su video.

El Ejército. Tema escabroso. Tema preocupante. Si el Presidente dice que los militares están bajo control, podría creerle o no, dado la matanza de Nuevo Laredo, y el espionaje a periodistas y defensores. Y si le creo que están bajo control, estoy preocupado porque él se irá y nosotros tendremos que ver qué hacemos con ese monstruo de mil cabezas que hace todavía pocos años desaparecía gente, torturaba y mataba. Y si no le creo al Presidente que tiene bajo control a los militares, pues me preocupo todavía más.

De la Fiscalía ya lo dije muchas veces: qué triste pérdida de tiempo ha significado Alejandro Gertz Manero. Ni modo. Le costará caro a Lopez Obrador y, en consecuencia, le saldrá muy caro a todos nosotros, los mexicanos.

@paezvarela

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