Club Puebla: ¡hasta aquí!

Club Puebla: ¡hasta aquí!
Miguel Caballero
Atando cabitos

Miguel Caballero / @doncabitos

Menos de doce horas después de haber escrito la columna sobre la llegada de Gerardo Espinoza a la dirección técnica del Club Puebla, todo se vino abajo.

El ridículo (uno más) sucedido este lunes con el “caso Espinoza” se suma al reciente historial de despropósitos de la actual administración, donde una negligencia (una más), pero ahora originada desde la oficina donde realmente se toman decisiones, sin el par de figuras decorativas e inútiles que aquí siguen existiendo (en las sombras) porque así lo deciden los altos mandos, ha dejado (una vez más) al Puebla de la Franja como el hazmerreír del fútbol mexicano.

Se podrían interpretar los eternos duelos de poder del balompié nacional; un mensaje siciliano al verdadero propietario del club por parte de la televisora dueña de la pelota en nuestro país a través de su dependencia conocida como Federación Mexicana de Fútbol (FMF), tras ser grotescamente exhibida por el entrenador, quien pocas horas antes de renunciar tras aceptar la oferta de la Franja, abanderaba el discurso de los “cambios de fondo” en la estructura futbolística nacional con miras al Mundial de 2026.

No es casualidad (porque, dicen los que saben, que en la política no hay casualidades, y el fútbol cada vez más se maneja bajo esas mismas estrategias) que una vez arreglada su vinculación la noche de este lunes, los medios afines a la televisora que comanda –y comandará el fútbol de México por los siglos de los siglos –hayan salido en estampida a revelar, con lujo de detalle, la violación al reglamento que la Franja estaba por cometer, exhibiendo el verdadero músculo del fútbol en México y, de paso, la ignorancia de la sabia comitiva que eligió y avaló a Espinoza.

Sin embargo, claro está, la narrativa a la cual la institución se aferrará por todos sus medios (oficiales y no oficiales), es que nunca hubo un acuerdo firmado con Espinoza (aunque sí), ni un anuncio (más que el adiós a Espinoza por parte de la propia Selección Nacional, que no es poca cosa) o mucho menos una presentación oficial (cancelada, una vez que el desquicie se apoderó de los que sólo saben estirar la mano).

Pero, lamentablemente, ese no es el verdadero problema. Al final de cuentas, negocios vendrán y las enemistades volverán a reconciliarse hasta que la ocasión amerite demostrar quién tiene la sartén por el mango. Y así, en un loop interminable.

Mi historia con el Puebla se remonta al año de 1988, con apenas tres años de edad. A lo largo de más de 35 años, he visto una serie de capítulos de todos colores y sabores, que hoy no hacen más que golpearme la cabeza.

Y ponerme un “hasta aquí”.

Por agradecimiento a mi padre, quien me hizo amar este deporte y estos colores; a mi familia, que muchas veces compartió mis alegrías y, sin deberla, soportó mis tristezas; a mis amigos, que fueron testigos y pacientes escuchas de charlas y sermones; y a mí mismo, por supuesto, que disfruté tantas ocasiones a este equipo en bellísima soledad (qué maravilla ver los partidos en una esquina del estadio, apartado de cualquier señal de vida humana, rumiando mis propias mierdas y saboreando mis ilusiones y lágrimas hasta quedarme sin voz).

Tengo la firme convicción de que algún día los aficionados de la Franja serán conscientes de que el amor por su equipo les confiere un enormísimo poder.

Y el día que decidan ejercerlo, sin consentir ninguneos ni burlas como las que reciben “día sí y día también” en la actualidad, vendrán nuevos tiempos a nuestro fútbol. Aunque se tenga que empezar de cero.

@doncabitos

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