Lunes, 25 Marzo 2024 21:43

¿Dónde estábamos todos?

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill 

Palabras clave: machismo, negligencia, red de apoyo, sentencia

Hace unos días, una mujer de origen ecuatoriano, Kristel Candelario, que vive en Estados Unidos fue sentenciada a cadena perpetua luego de que dejara a su hija Jailyn de 16 meses de edad completamente sola en su casa por diez días mientras ella vacacionaba en Puerto Rico y Detroit. Al regresar del viaje, encontró a la niña apenas con vida y en condiciones terribles. Falleció al poco rato. Los paramédicos y policías que llegaron a la escena narraron con lujo de detalle el horror que presenciaron y el dolor que les provocó. Sin duda, el caso es uno de los más tétricos de abandono y maltrato infantil que he escuchado en épocas recientes y no dudo que se esté cocinando ya una novela y una película para las plataformas de “streaming” de ese país. Los testigos narraron, como dije, un escenario dantesco; el juez dictó semejante sentencia sin perder la oportunidad de espetarle a la mujer palabras durísimas. Como reporta el portal de CNN, “El juez del Tribunal de Apelaciones Comunes del condado de Cuyahoga, Brendan Sheehan, la amonestó mientras dictaba la sentencia. (…) Hablando con severidad, dijo que Candelario dejó a su hija ‘atrapada en una pequeña prisión’ durante días mientras ella pasaba un buen rato. ‘El vínculo entre una madre y un hijo es uno de los vínculos más puros y sagrados. Es una relación basada en el amor, la confianza y la protección inquebrantable. … Cometiste el máximo acto de traición’, dijo Sheehan”. Sin embargo, más allá de la publicación alarmista y sensiblera que abunda en las diversas plataformas donde colocan a la mujer como el peor monstruo visto por la humanidad, más allá de las declaraciones del juez y la severa sentencia, el caso merece otras lecturas.

En efecto, siempre se ha dicho eso, que madre e hijo tienen un vínculo prístino, impoluto y hasta sagrado desde el nacimiento. Por lo mismo, siempre llama a escándalo y produce los odios más incendiarios cuando una madre ha faltado de esta manera. Pero ¿qué pasa cuando quien falta es el padre?, ¿qué cuando es él el que ataca, el que viola, el que golpea? ¿Existe un vínculo así entre padres e hijos? ¿Por qué la virulencia es mayor hacia la mujer? Busqué en varias notas y en ninguna encontré que se reportara que el padre había sido llamado a declarar o que el juez lo hubiera citado si no para sentenciarlo por complicidad, sí al menos para reprenderlo de la misma manera por no estar para su hija cuando más lo necesitó. Encontré una entrevista otorgada por la madre a Telemundo en la que exime de culpa a su expareja, pero no nos queda claro si habla del padre de la niña o del novio con quien se fue de viaje y que ahora califica como “exnovio”. Según ella misma, partió sin decirle a nadie y sus padres se fueron de viaje con una hija mayor de Candelario, de siete años, y les dijo a ellos que ella se quedaría con la niña. Y vuelvo a preguntar, ¿dónde estaba el padre de la niña? Y ¿por qué no figura en los ataques de la prensa, en los millones de publicaciones en redes donde la destruyen con saña? ¿Dónde está el padre?

¿Paternidad responsable? ¿Qué entendemos por eso? ¿Es sólo de la madre? Es necesario cuestionarnos ya muchas cosas relacionadas con esto que hablo. Mi pareja y yo decidimos hace años no tener hijos y lo hicimos de manera responsable. No se trata de problemas de salud ni económicos. Simplemente decidimos no serlo. Como también lo decidieron (¿en serio lo decidieron?) miles y miles de parejas que abusan, maltratan, explotan y vejan de todas las formas habidas y por haber a sus hijos, física, verbal y psicológicamente. También así lo decidieron millones y millones de machirrines que con el puro afán de demostrar que se les “para”, que son viriles, esparcen su semilla por todo el orbe para luego, cómodamente desentenderse de las criaturas. Ser el “pater familias” es algo bien patriarcal; pero también lo es el ser padre irresponsable, deudor, abusador y violentador en todo el espectro. Vuelvo a preguntar ¿dónde estaba el padre de Jailyn?

Pero el asunto no queda ahí. Mi pareja me comentó que una de las cosas que se han perdido vía nuestra occidentalización, es la crianza de los niños. Hace muchos años, la paternidad o maternidad eran apenas una expresión de la crianza, que era esencialmente colectiva, es decir, participaba en ella toda la comunidad, no sólo la familia cercana, sino los vecinos y amigos. Esa red de crianza, para ocupar un término más ilustrativo, se ha ido perdiendo al privilegiarse el individuo sobre la colectividad. Y sumo a la pregunta ¿dónde estaba el padre? esta otra: ¿dónde estaba la red? Obviamente las y los vecinos escucharon los llantos de la niña por 10 días. ¿En verdad nadie fue capaz de acercarse a la casa y verificar qué estaba ocurriendo?, ¿de llamar a la policía? ¿O es que somos tan sofisticados y “civilizados” que no nos metemos en los problemas de nadie más? En el juicio que se le siguió a Kristel sonaron frases como “los animales cuidan mejor a sus crías”. Tal odio, tal indignación debiera mutar en reflexión sobre qué significa ser madre, qué significa ser padre, qué significa formar una familia, qué significa nuestra sociedad. Ni todas las mujeres ni todos los hombres deben ser madres o padres, esa es la dura verdad. Pero también debiera hacernos pensar si es que nosotros como individuos integramos esa red de crianza, si nos apoyamos entre todos o sólo juzgamos a las Kristeles que da el mundo de porquería en que vivimos desde nuestra hipócrita altura moral. Y pregunto, ¿dónde estábamos todos?

    

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