Austeridad, para bien y para mal

Austeridad, para bien y para mal
Alejandro Páez Varela
La columna de Alejandro Páez Varela

La columna de Alejandro Páez Varela 

La historia de México ha sido escrita y alterada desde la hegemonía. No hay sorpresa. La Historia con hache mayúscula, suele decirse, está escrita por los vencedores. Y es curioso que no tengamos certeza del origen de una frase usada lo mismo por el asesino nazi Hermann Göering que por George Orwell, un icono del mundo de la antiutopía.

Pero hay momentos en los que la Historia es un potro bronco, más que una montaña.

Enrique Krauze defendió, entre otros, a Porfirio Díaz y a Luis Terrazas. Y alcanzó a engañar a millones con el cuento de que eran víctimas. Y durante décadas así quedó, hasta la fecha: sobra quién quiera encontrarle virtudes a estos sátrapas, corruptos.

Al mismo tiempo, Krauze intentó manchar la memoria de Samuel Ruiz García y ensayó todas las formas del denuesto en la figura de Andrés Manuel López Obrador. Con éstos últimos no operó su engaño adornado-de-ciencia porque la Historia es inexacta y es dinámica: si aceptas no moverla se vuelve una montaña, pero si la reconoces viva, tendrás que aceptar que brinca y se acomoda a la reja, como se explica con las manzanas en Chihuahua.

¿Qué idea general se tendrá de lo que conocemos como 4T dentro de 25 años? Por lo regular nos quedamos con las figuras más públicas. Claro que la 4T es López Obrador, y una segunda versión, más refinada, es Claudia Sheinbaum. Allí se tienen dos personalidades para explicar al régimen que inició en 2018 y que, por la víspera, podría durar al menos 18 años aunque es probable que más. Pero al mismo tiempo se debe aceptar que otras figuras podrían convertirse, involuntariamente, en vías para contar la historia principal.

Genaro García Luna define el sexenio de Felipe Calderón, guste o no, como también lo define Javier Lozano. García Luna retrata al narco-Estado y Lozano a un Gobierno anti derechos. Incluso si borras a Calderón, sobreviven estos dos personajes en un historia general. La Administración 2006-2012 se gastó 48 mil millones de pesos sólo en publicidad oficial y no pudo imponer su narrativa para la Historia.

Hay que preguntarse ahora cómo se leerá a Ricardo Monreal, Adán Augusto López Hernández o Alejandro Gertz Manero al paso del tiempo. Cómo se les recordará en el contexto de la 4T. Cómo se razonará dentro de un cuarto de siglo a Luisa Alcalde, Marcelo Ebrard, Rosa Icela Rodríguez, Juan Ramón de la Fuente o Gerardo Fernández Noroña, por ejemplo.

Y si la Historia la escriben los vencedores, entonces debemos esperar a que avancen las historias personales de Clara Brugada, Lenia Batres, Andrés Manuel López Beltrán, Ricardo Gallardo, Manuel Velasco, Hugo Aguilar, Pedro Haces u Omar García Harfuch, porque todos ellos tocan un instrumento en la sinfónica de la 4T.

En gran medida, creo, depende de la Presidenta de México (como antes dependió de López Obrador) qué personajes la acompañan en una definición futura de la 4T. ¿Un Gallardo define al movimiento? ¿Una Lenia, un Aguilar, un Velasco, un Monreal, un Pedro Haces? Bueno, guste o no, en este momento sí definen una parte de la 4T. Los periodistas y los medios pueden usarlos para opacar logros y obra, y pongo el mejor ejemplo, muy reciente: hay más textos sobre Pedro Haces, Adán Augusto, Fernández Noroña o Ricardo Monreal que sobre los 13.4 millones de mexicanos que salieron de la pobreza en un sexenio, un logro que no tiene precedente al menos hasta donde tenemos datos confiables.

Muchos de estos personajes no son importantes en el largo plazo. Piense en el sexenio de Lázaro Cárdenas. Podrá agregar de memoria a Francisco J. Múgica, la expropiación petrolera y a los sindicatos. Eso recordamos. Y vaya que fue un sexenio poderoso. Pero al mismo tiempo, esos personajes en su conjunto ayudan a moldear una idea de la 4T en el futuro, como ayudan a definirla en el presente. Guste o no a la misma 4T.

La austeridad y las personas

La austeridad es uno de los conceptos más importantes de la 4T frente a sus votantes. Y lo es, por varias razones.

La primera es porque permite fortalecer la idea de que el Gobierno no debe estar al servicio de una élite que piensa que el servicio público no es para servir, sino para servirse.

La segunda razón que vuelve la austeridad en un tema tan importante para la 4T, es que se trata de una espada poderosa en su guerra cultural. La izquierda va contra el estilo de vida que promovió el neoliberalismo (los individuos, las televisoras, el Gobierno, los periodistas). Punto. No está de acuerdo con el consumismo, que es hermano menor de la ambición desmedida por el poder y el dinero, que a su vez son hijas de una madre muy jodida: la corrupción.

Y la tercera razón es aún más poderosa que las dos anteriores. La austeridad es el corazón del movimiento. Austeridad identifica al lopezobradorismo y nadie como los zapatos viejos de López Obrador podría testificarlo. La austeridad significa nunca abandonar la raíz, nunca darle la espalda al pueblo, siempre estar anclados a la voluntad de los abajo y no a lo que dicta el dinero. Austeridad es pueblo, pueblo, pueblo. Mucho pueblo, todo el pueblo: son los guaraches, es el campo, es el sol espeso que se deposita sobre el agresivo asfalto. Es la marcha, es el morral y los volantes; es tocar todas las puertas abajo, en el último rincón. Pueblo, pueblo, pueblo.

Y la derecha no entendería una sola palabra de lo que acabo de escribir, y quizás sea mejor así.

Casos de estudio

No creo que Gerardo Fernández Noroña piense abrazar la austeridad. He abordado aquí varias veces su caso que no está bien, no está mal: es lo que es. Alega que tiene derecho a no vivir en austeridad porque lo que gasta viene de sus ingresos, no a costa de los otros. El 14 de mayo pasado, Fernández Noroña resumió su posición en la Comisión Permanente, en la Alta Tribuna del Senado, por alusiones personales sobre –otra vez– su manera de vivir:

“Hay muchísimos compañeros, compañeras, que han vivido en la austeridad toda su vida. El Papa Francisco dejó 200 dólares de fortuna. [Le siguieron un par de intercambios leves y retomó:] Yo, en lo personal, no soy austero. Gandhi murió con su calzoncillo, con su Bhagavad-gita [texto sagrado], con su escudilla, con sus lentes; a los 37 años renunció a la sexualidad. Yo no aspiro a tanto”.

Dentro de Morena hay gente que vive sin limitaciones. Muchos. Muchísimos. Cero austeros. Con choferes, muchos autos, ropa cara, etcétera. Y es muy probable que lo paguen con su dinero y nadie los cuestiona y ellos procuran no hacer el ruido que hace Noroña. Pero, para bien y para mal, Noroña es muy mediático. A veces esa condición (ser mediático) te ayuda: así derrotó a Adán Augusto López en la interna de 2023, sin repartir ni playeras, mientras que la campaña del exgobernador de Tabasco flotaba en dinero (que todavía nadie explica de dónde salió). Y a veces ser mediático no ayuda: Noroña es agredido las 24 horas del día; muchos que no lo soportan.

Exactamente 10 días antes del “no aspiro a ser Gandhi”, el 4 de mayo, la Presidenta de México había publicado, de su puño y letra, una carta para leer en el Consejo Nacional de Morena. En el punto 8 del documento dirigido a la dirigencia y a los militantes, dijo:

“Los gobiernos emanados de Morena deben garantizar la austeridad republicana y la cercanía con el pueblo y el principio de por el bien de todas y todos primero los pobres”.

Y antes, en el punto 2, la Presidenta hacía alusiones personales:

“Todos los militantes de Morena deben conducirse con honestidad, humildad y sencillez. La parafernalia del poder es del pasado de corrupción y privilegios, no de Morena. No caigamos nunca en la frivolidad, en el consumismo y la ambición por el poder y el dinero. No es de nuestro movimiento viajar en aviones o helicópteros privados, o tener como anhelo portar ropa de marca, o tratar mal a las personas, o andar con guardaespaldas y un séquito de camionetas para ir de un lado a otro, o comer en restaurantes caros. Morena es humildad”.

Aquí vale la pena preguntarse: el Senador Noroña, ¿es más o menor austero que, por ejemplo, Marcelo Ebrard? Es conocido que el Secretario de Economía lleva una vida acomodada; no del uno por ciento en México, pero sí de clase alta.

Y una segunda pregunta brinca sola: en Morena, ¿se puede vivir sin austeridad, siempre y cuando no sea público?

Y la tercera pregunta no le gustará a casi nadie: ¿cómo llamaríamos a eso: congruencia o hipocresía?

Mi posición respecto a la austeridad es pública. Si aceptas ser parte de Morena, debes demostrar que eres austero y punto. O vete a otro partido. En ese sentido, estoy en desacuerdo con lo que plantea Noroña: no se trata de ser Gandhi, pero sí de acatar preceptos que forman una identidad partidaria y, para terminar pronto, que hicieron del movimiento lo que es hoy. No te conviertes en franciscano y luego justificas una bata de seda porque la pagaste con los panes que guardaste del desayuno. Eres franciscano, renunciaste a la bata de seda. Punto.

Pero al mismo tiempo, tengo la obligación de comprender a Noroña. El tipo viene de la clase baja, ha luchado, ha trabajado más que cualquiera de los arribistas que llegaron ayer a la izquierda. ¿No merece comprarse la casa que sueña, en el pueblo que sueña, si demuestra que viene de ingresos legales? ¿El problema es que se sepa? ¿Su problema es que no es bueno ocultando el dinero, como muchos otros? En ese sentido, Noroña debería renunciar a Morena porque se niega a ser austero, aunque no tenga ni el uno por ciento de lo que tienen Monreal, Adán Augusto, Gertz, Gallardo, Velasco o Pedro Haces.

El 27 de julio de 2022, el Presidente López Obrador decidió dar una segunda vuelta de tuerca a la austeridad. Anunció reunión del Gabinete Legal y Ampliado para decirle que “ya vamos a pasar de la fase de la austeridad republicana a una fase superior, que es la de la pobreza franciscana. Porque tengo reunión mañana con el Gabinete y vamos a llevar a cabo medidas de austeridad adicionales. Vamos a reducir bastante [el gasto]. Casi no va a haber viajes al extranjero. Vamos a procurar que toda la comunicación se haga por teléfono, por teleconferencias, y vamos a reducir viáticos aún más, y otras medidas”.

AMLO venía de su más bajo nivel de aprobación, que llegó a promediar hasta 44-46 por ciento durante la pandemia. En 2022 subió a 56-58 por ciento. Y para mayo de 2024 andaba entre 74-76 por ciento. El tipo era un genio, lo sabemos. Y la promesa de un Gobierno austero fue parte importante de su oferta a la gente. Y por eso, Krauze podrá decir misa pero hay momentos en los que la Historia es un potro bronco, más que una montaña.

¿Queda claro?

 

@paezvarela