La otrora guerra civil

La otrora guerra civil
Antonio Abascal
El Blog de Puebla Deportes

El Blog de Puebla Deportes escribe Luis Palacios

Lo que inicialmente fue una dualidad competitiva en la Ciudad de México (CDMX), antes Distrito Federal, donde el mercado era, es y sigue siendo muy grande, hoy parece ser para un solo equipo de béisbol.

Anoche en el Estadio Alfredo Harp Helú (AHH) de la CDMX arrancó una edición más de lo que para algunos todavía es el clásico de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB): Tigres vs Diablos, que se saldó con triunfo para los locales por pizarra de 8-5 https://www.youtube.com/watch?v=HSqK0D-nl_Q.

Estamos por cumplir siete décadas de la rivalidad entre felinos y escarlatas pero a veintidós años de la salida de “El equipo que nació campeón” de la capital del país, razón que ha disminuido el pique en esta acérrima serie y que pareciera que solo son simples y bellos momentos de lo que en antaño se vivió.

Los Diablos Rojos del México nacieron en 1940, esta novena fue incorporada a la LMB el 11 de febrero de ese año, bajo el nombre de "Los Rojos del Club México". El mote de “Diablos" surgió tras un comentario del pelotero Basilio “El Brujo” Rosell, quien exclamó: “Estos Rojos juegan como diablos”, tras ver al equipo remontar y ganar un partido. De tal manera, desde 1942 pasaron a ser los Diablos Rojos del Club México, y posteriormente los Diablos Rojos del México, con el paso de los años en el equipo más ganador de títulos del circuito veraniego más importante de nuestro país, con dieciséis campeonatos que los avalan.

Su acérrimo rival, los entonces Tigres Capitalinos o de México, vieron la luz en abril de 1955, coronándose ese mismo año y obteniendo el mote de "el equipo que nació campeón", siguiendo de cerca a los escarlatas con doce títulos, a lo largo de su historia, siendo el segundo equipo con más títulos dentro de la LMB.

Durante 46 años se enfrentaron en la capital del país estas dos importantes novenas en el tan extrañado y mítico Parque del Seguro Social, así como en el Foro Sol, ambos presentaron llenos espectaculares, inmuebles emblemáticos y de gran aforo se pintaron de azul marino desde la mitad del home plate hasta la tercera base, mientras que del home plate a la primera base todo era de color rojo escarlata.

La fanaticada se identificó con sus colores y abarrotó las butacas y gradas, porras de un lado y del otro, jugadores estelares portaron cada franela, jugadas de fantasía, batazos espectaculares, broncas e incluso una rivalidad entre los cronistas en cada juego del rol regular, playoffs o series por el título.

Las cosas comenzaron a cambiar después de que los Tigres emigraron a unos 125 kilómetros de distancia, esto por una supuesta falta de apoyo de sus aficionados en la capital del país. Carlos Peralta, hijo de Alejo Peralta Díaz y Cevallos, fundador de la franquicia, decidió llevarse a la garra felina y convirtió la franquicia en Tigres de la Angelópolis por cinco años, de 2002 hasta 2006, ganó un campeonato contra los Saraperos de Saltillo en 2005 y logró ganarse a una afición ávida de títulos como Puebla que no veía un cetro desde los Ángeles Negros de 1986, aunque el plus fue que las personas de la Ciudad de México viajaban de dos a tres horas para ver a su equipo, sin embargo el peor error y que la crónica de una muerte anunciada de esta gran rivalidad fue irse al paradisíaco Cancún y convertirse en los Tigres de Quintana Roo de 2007 a la fecha.

Temporada a temporada lejos de la capital, los aficionados de hueso colorado del equipo azul han disminuido, hoy en Ciudad México mandan los Diablos Rojos y para muestra el ingreso ayer al diamante sin llegar al lleno,  a pesar de ser el día inaugural en el “Alfredo Harp Helú”, el cuarto juego del rol regular, un 80-90% eran jerseys rojos, blancos o mentas y poco con franela azul, gris o blanca con rayas. 

El odio deportivo de los fanáticos pingos hacia la palabra “Tigres” y los últimos felinos románticos o que le van a su equipo porque una herencia ya no son la combinación perfecta para seguir viendo llenos en el nuevo inmueble de la Magdelana Mixhuca, por lo que se puede decir que la rivalidad en la capital del país agoniza, similar a lo del Estadio Beto Ávila de Cancún donde el béisbol es un atractivo u oferta turística más. 

Esta historia seguiría escribiendo páginas sin embargo ya no como una verdadera rivalidad deportiva que ha perdurado 69 años. La LMB en tierras quintanarroenses así como en CDMX deberá tener una buena estrategia y no solamente colocar doce juegos de temporada, cuatro series, una en cada mes de campaña, es triste que el clásico de la pelota mexicana empieza a quedarse solo en el diamante y no en el graderío.

 

@Luis_APalacios