Historias de un joven reportero por Gerardo Ruiz
Este viernes en punto de las 23:59 horas marcará el fin de un sexenio maldito que en seis años vio la llegada de dos gobernadores electos por voto popular, los fallecidos Martha Erika Alonso y Miguel Barbosa; uno interino en la persona de Don Guillermo Pacheco Pulido; un sustituto designado por el Congreso del estado, Sergio Salomón Céspedes; y dos encargados de despacho, en las figuras de Jesús Rodríguez Almeida y Ana Lucía Hill.
Un minuto después, con la entrega del mando de seguridad al Vicealmirante Francisco Sánchez dará inició el gobierno de Alejandro Armenta, quien busca convertirse en el mejor gobernador en la historia de Puebla luego de ser el candidato más votado en todas las elecciones en la entidad al ganar con una histórica cifra de casi dos millones de sufragios.
Alfa y omega.
Y es que en apenas seis años la entidad poblana vivió una vorágine política en la que el también murió el que fue el gran líder político del estado por casi una década, Rafael Moreno Valle, con quien el estado se transformó tanto para bien como para mal.
Moreno Valle, junto con su grupo político, que hoy se encuentra replegado en el Ayuntamiento de Puebla, de Pepe Chedraui, y que busca recuperar la dirigencia del PAN (este mismo domingo se sabrá si lo lograron), le cambió la cara a Puebla con obras faraónicas y de nulo impacto social, pero que la pusieron en el radar nacional, pero también le abrió las puertas a los principales cárteles del narcotráfico en el país para disputarse la plaza y con ello dio inició la severa crisis de seguridad por la que hoy atraviesa la entidad.
Tras el morenovallismo, llegó la mano dura de Barbosa, quien logró gobernar por tres años sin la necesidad de aliarse con el morenovallismo, pero que la pandemia del Covid-19 frenó muchos de sus proyectos y de sus planes para el estado.
Con su fallecimiento hace exactamente dos años, Puebla entró de nueva cuenta en un lapso de incertidumbre y muchas ambiciones políticas desbordadas ante el inicio de un proceso electoral en puerta, pero con la unción de Sergio Salomón la entidad pudo retomar el rumbo tanto de gobernabilidad como de estabilidad social.
Céspedes Peregrina se convirtió en el mandatario de la conciliación, con excepción del senador Ignacio Mier con quien jamás pudo transitar en estos dos años que estuvo al frente del Ejecutivo local, lo cual le sirvió para legitimarse hasta con la oposición, que –con excepción de Rafael Micalco– lo respaldó en la sesión de la noche del 13 de diciembre en la que fue designado casi por unanimidad como gobernador sustituto.
Desde su primer día de gobierno, el tepeaquense dejó claro su sello y comenzó con una serie de proyectos de infraestructura, muchos de los cuales fueron planeados por Barbosa Huerta como la nueva sede del Congreso del estado o muchas de las carreteras intermunicipales al interior de la entidad, los cuales lo colocaron por encima de Moreno Valle en la realización de obra pública en apenas dos años.
Céspedes Peregrina deja el gobierno de Puebla no solo con la satisfacción de haberle cumplido a los poblanos, sino, también con la dicha de tener el capital político suficiente para regresar por un sexenio completo en caso de que así lo decida y las condiciones se lo permitan.
El inicio de la era de Armenta Mier con su toma de protesta en la nueva sede del Congreso del estado y después en el multitudinario encuentro en el Centro Expositor de Los Fuertes también podrá fin a una etapa en la que la entidad necesita de un perfil como el suyo, que tiene como cualidades principales, en sus propias palabras, la consagración para el estado.
El gobernador Armenta, quien lo será a partir del primer minuto del sábado, es un político en extremo perfeccionista, técnico y estadista, el cual supo transitar del priismo ortodoxo a la nueva generación de morenistas que impulsa la presidenta Claudia Sheinbaum, pero que mantiene los ideales del lopezobradorismo al haberse sumado a AMLO desde el 2017.
Las expectativas sobre la administración de Alejandro Armenta son bastantes altas tras el respaldo que recibió en las urnas en junio pasado, además de que muchos en la ciudad de Puebla ya esperan con ansias su llegada para poner fin a los problemas cada vez más grandes y preocupantes que están azotando a la capital del estado.
El futuro mandatario llega con un altísimo bono democrático, el cual ha sido cotizando al alza durante este periodo de transición en el que integró a un gabinete de lujo con una columna vertebral cien por ciento de la 4T y con perfiles multipartidistas, ciudadanos y especialistas en cada área, además de conservar a su equipo compacto con el que ha transitado desde hace más de dos décadas.
Durante su última mañanera como gobernador electo al presentar su 3de3, Armenta fue muy enfático en precisar que la corrupción no tendrá cabida en su gobierno, además de que no pelará batallas políticas ajenas, por lo que el 14 de diciembre todo dará inicio con su visión y reglas, pero también con memoria histórica.
El reto no es menor, pero Alejandro Armenta quiere “pensar en grande”.
Y como su eslogan lo dice, que sea “por amor a Puebla”.
@GerardoRuizInc