Política, autocontrol y teatro

Política, autocontrol y teatro
Jesús Olmos
Máscaras

Máscaras escribe Jesús Olmos

En aquel pueblo de media talla había un joven mago. Carlitos, como le decían en su barrio, era un tipo menudo, con una deslumbrante nariz y unos ojos muy cálidos.

Hacía trucos a la par de prepararse para la política. Entró a la Facultad Derecho en la capital y de inmediato se unió a lo que eran las fuerzas básicas del entonces partidazo.

“El Maguito” como lo conocían los profesores, era un tipo muy aplicado, que por igual dominaba códigos y leyes, que el arte de convencer a sus más cercanos de hacer lo que él quisiera cuando se le antojara.

Arregló una reyerta contra los cobros en la copiadora de la dirección y al paso de solo unos meses terminaron por pedir solo el costo de la hoja.

Era convincente para argumentar, incluso cuando lo que aportaba era erróneo, y Francisco, el hombre que le había competido toda la carrera por sr el mejor de l clase, no desaprovechaba la oportunidad para exhibirlo.

“Pacazo” como le apodaron por lo grueso de sus brazos, había nacido en la ciudad y era hijo de una familia acaudalada, y su familia lo puso en el bando azul, porque aseguraban que ello les daba estatus y los mantenía en un círculo de poder interesante.

Justo un año antes de salir de la universidad, ambos jóvenes se enamoraron de “Martita”, la hija de un famoso político con picaporte en el ámbito nacional, que llevó su confrontación al terreno de lo personal.

Paquito quiso impresionarla con sus aires citadinos, su coche sin capote y ciertos detalles que solo el dinero podía poner a su alcance, Carlos por su parte, la cortejaba con cartas de amor, galantería y algunos pasos de rock and roll presentes en aquella época.

La dama finalmente se decantó por el fuereño y desde la universidad impulsó su carrera política hasta cumplir el sueño de tener un candidato a gobernador en la familia.

Ahí es donde aparece una jugarreta del destino que lo confrontó con su rival acérrimo, Francisco, lo que los llevó en una contienda muy cerrada a jugarse el todo por el todo en el último debate.

Comenzaron los ganchos cuando Paco le recordó los pecados suyos, los de su partido y hasta los del suegro, “Maguito” reviró que ese tono amenazante era el de una persona que siempre había vivido en una zona acomodada y que no comprendía lo que era provenir de la ley del esfuerzo.

Los embates subieron de tono y “El Mago” era golpeado por escándalos de corrupción como diputado y senador, por derroche a costa del presupuesto y por una supuesta doble vida, con su familia y esposa.

Eso encendió la mecha y se perdió la política, tiraron la barrera de lo personal, lo que suponía un embate directo. Jugaban ahora el autocontrol y el engaño, perdería quien se exhibiera más.

Fue ahí que pronunció la frase que lo cambiaría todo: “El próximo 2 de julio, voy a derrotar a tu partido, a tu proyecto y a ti, aunque no será la primera vez que lo haré, si recuerdas nuestras épocas universitarias”.

El buen “Paco” no pudo ocultar detrás de su piel transparente aquel enrojecido enojo que una toma abierta había exhibido ante el público presente, al que lo vio por TV y al que se lo narró la radio.

Aquella vez perdió el debate por un gesto, luego perdería la elección y se volvería para siempre enemigo de todo lo que oliera al partidazo, hasta que hace unos meses, lo volviera sus aliados y hasta cargara en el pecho su logo, como muestra de que la teatralidad y el engaño son de las armas más poderosas para quienes son iniciados y se dedican a esa profesión.

 

@Olmosarcos_