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Lunes, 22 Septiembre 2025 20:49

Edad, calumnia y video

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, redes, video, calumnia, edad,

Es un auténtico lugar común el hecho de que “los hombres las prefieran jóvenes”.  Por supuesto que semejante afirmación se sustenta en una enorme cantidad de casos reales que más que generar un estereotipo, parecieran confirmar el hecho como una verdad absoluta. Todos tenemos amigos, familiares o conocidos que tienen parejas, esposas o amantes mucho más jóvenes que ellos; algunos famosos hasta han triplicado la edad de sus parejas. ¿Eso es bueno o malo en especial cuando ambos son mayores de edad? No olvidemos que históricamente, hombres maduros han desposado a mujeres en “la flor de la edad” y que todavía -lo digo con pesar, en verdad- es muy común que jovencitas adolescentes tengan relaciones sentimentales con hombres mucho mayores que ellas, diez, quince o veinte años, con todo y la anuencia de los padres de la muchacha. Es un delito incluso con el consentimiento de los padres, que quede claro. Sin embargo, una vez que se alcanza la edad adulta, pues cada uno es libre de hacer, como diría mi abuelo, “de su trasero un papalote”.

¿Qué motiva que un hombre maduro, que pasa de los 40, decida entablar una relación con una jovencita a la que le dobla la edad? Las y los más críticos y piadosos dirán que se trata de deseo puro y desenfrenado; algunos más agudos dirán que se trata de la asquerosa competencia machista; habrá quien diga que también existe el amor y la mutua admiración. Lo único cierto es que a nadie debiera importarnos lo que los demás hacen, siempre y cuando no estén violando ninguna legislación. Pero, la cosa nunca queda ahí. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando la circunstancia es al revés? ¡Escándalo total! Ahí queda claro, que lo que para los hombres está normalizado, para las mujeres es terriblemente criticado. El caso que motiva esta entrega es el de la pareja presidencial en Francia, el matrimonio de Briggitte y Emmanuel Macron, ella 25 años mayor que él y el remolino en el que se encuentran por esa razón. Al ser una pareja pública, su relación ha estado en el centro de numerosos chismes e historias absurdas, siendo la central la rocambolesca idea de que ella no es mujer, si no un hombre y que Macron es homosexual y lo oculta de esa manera. ¿Y si así fuera?, ¿A quién le importa? ¿Afecta su forma de gobernar? Pienso que no. No obstante, el caso ha adquirido notoriedad en el presente pues una youtuber gringa que vive del escándalo y que ha acumulado infinidad de visitas en su canal al asegurar que Briggitte es hombre, enfrenta en tribunales estadounidenses una demanda por parte de la pareja francesa. Según se reporta en el portal de El Periódico.com, “desde el Palacio del Elíseo insisten en que no se trata de un simple bulo [noticia falsa], ni de un debate sobre pronombres. Tampoco de una historia mal contada sobre una posible transición de género o una discusión sobre la definición de la palabra ‘mujer’. La mentira de que Brigitte no nació siendo Brigitte ha sido el arma perfecta para atacar al presidente Emmanuel Macron, quien ha reconocido en varias ocasiones que ‘le afecta’, y que la estrambótica historia ya ha ido demasiado lejos”. De ganar el caso, la influencer habrá de pagar una cuantiosa suma. Lo más simpático del asunto, es que, según dicen en la nota, “‘No es el que difama, sino el difamado el que debe probar que hubo difamación’. Bajo esta premisa jurídica, y tras denunciar a la ‘youtuber’ Candace Owens por calumnias tránsfobas, Brigitte Macron deberá probar ante un tribunal estadounidense que es mujer”. Vaya cosa más absurda, en lugar de que la difamadora, la que daña la reputación, la que aventura semejantes absurdos, sea la que tiene que comprobar sus dichos, la parte agraviada es la que tiene que probar lo contrario.

Sea cual sea el resultado, el asunto me lleva a pensar varias cosas. Hoy que está en el centro del debate en ese país la libertad de expresión debido al caso de Jimmy Kimmel, aquí encontramos uno de los terribles vicios que se escudan en la defensa de ese derecho: la difamación. ¿Podemos justificar la mentira y la calumnia para defender la libertad de expresión? Pienso que no, aunque puede ser un tema peligroso en manos de reyezuelos de cuarta, como Trump y su venganza mediática. Por otro lado, hay que preguntarnos qué es lo que produce tanto enojo, indignación e inquina en la sociedad francesa, cuna supuesta de la modernidad, el que Macron haya decidido emparejarse con una mujer mayor. ¿Produce en verdad el mismo escándalo una relación a la inversa? Ciertamente no. Además, ¿por qué los sistemas judiciales son tan agrestes con las víctimas? Y, finalmente, ¿por qué el escándalo y el chisme ramplón, insidioso y perverso siguen teniendo tanto éxito en sociedades que aparentemente habrían superado semejantes prejuicios? Lo que me queda claro es que las relaciones humanas siguen estando profundamente afectadas por siglos de falsedades, mentiras e hipocresías que han sido elevadas a sistema moral por muchas de las sociedades del orbe. Lo repito, la máxima en estos casos debiera ser la del papalote y el trasero, sin más.      

   

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Israel León O'Farril

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