Investigadores BUAP construyen un lugar para transformar realidades: la biblioteca de Cuesta Chica Piletas, en Palmar de Bravo
Las bibliotecas son sitios para aprehender el conocimiento y detonar la imaginación. Los libros que albergan transportan al lector a otras latitudes. María Guadalupe Huerta Morales y Daniel Ramos García, académicos de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la BUAP, coinciden en que estas son espacios de transformación. Con esta premisa brindan experiencias de lectura a la población infantil de Cuesta Chica Piletas, municipio de Palmar de Bravo, una comunidad con alta criminalidad y cruce de migrantes, donde sólo existe un preescolar.
Con tan sólo 450 habitantes, esta localidad es parte del llamado “triángulo rojo”, donde se registra el mayor índice de robos a las tuberías de gasolina. Es también el paso de los trenes y camiones de carga que constantemente son asaltados y saqueados, actividad para la cual se reclutan niños vigías quienes dejan de ir a la escuela.
Hace tres años, Guadalupe y su prima Miriam Huerta Meza, preocupadas por la ola de violencia que aqueja a esta ranchería entre los límites de Puebla y Veracruz, donde las bardas de magueyes se sustituyeron por muros de ladrillo, decidieron retribuir a su lugar de origen los beneficios de su formación universitaria.
“Había que ofrecer un espacio donde las niñas y niños recobraran la confianza en los demás, vieran que se pueden establecer y construir comunidades, y, por supuesto, otras formas de relacionarse”, refiere Guadalupe Huerta Morales.
La doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, cuya familia emigró a la ciudad de Puebla para que ella pudiera estudiar, junto con Miriam Huerta acudió a las asambleas comunitarias para gestionar la creación de un museo de la palabra. Para este fin les prestaron el juzgado de paz, antes casa de salud, panadería, bodega y hasta cárcel. La primera sesión se anunció en el altavoz del pueblo.
Tras un par de años de esfuerzos se recibió la donación de un terreno y se construyó la Biblioteca Cuesta Chica Piletas, que desde entonces se distinguió por la participación de sus habitantes y por ser un espacio de transformación y construcción de ciudadanía.
“Se construye ciudadanía a través de la lectura, porque estamos aprendiendo a gestionar la diversidad y en este sentido aprendemos a establecer relaciones interculturales por medio del establecimiento de reglas, del compartir, reconocer que tenemos recursos escasos y hay que gestionarlos, respetar las distintas religiones o las distintas formas de vestir o de pensar”, comenta la académica de la Licenciatura en Procesos Educativos de la FFyL.