El despilfarro y la corrupción en Dos Bocas

El despilfarro y la corrupción en Dos Bocas
Aurelio Contreras
Rúbrica

Rúbrica por Aurelio Contreras Moreno

La refinería “Olmeca” de Dos Bocas, Tabasco, una de las obras “insignia” del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, es un verdadero pozo… y no precisamente de petróleo.

El sobrecosto de la obra ha alcanzado niveles francamente demenciales, producto de la mala administración, la pésima gestión y, muy probablemente y contra lo que arguye el presidente, de la brutal corrupción que la ronda.

Unos días después de asumir el poder, en diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador anunció que la refinería de Dos Bocas, una de las tres obras faraónicas de su administración y con la que según México recuperaría su “soberanía energética”, tendría un costo de más de ocho mil millones de dólares. Un gasto que desde un inicio se antojaba excesivo, por innecesario. Y que sin embargo, siempre fue una cifra alejada de la realidad.

Tanto así, que ninguna empresa privada se comprometió a hacer una obra de esa magnitud en el plazo exigido –tres años- y menos a ese costo. Pero el presidente, fiel a su estilo, se empecinó. Así que el concurso se declaró desierto y la obra fue encargada, como casi todo en el sexenio del “primer gobierno de izquierda”, al ejército.

Cuatro años después, la terca realidad se impuso: López Obrador fue a “inaugurar” una refinería que no se ha acabado de construir más que en sus oficinas administrativas, que en consecuencia no refina una sola gota de gasolina y que, lo peor de todo, es que no ha representado más que una sangría brutal para las finanzas del país.

A día de hoy, el costo de la refinería “Olmeca” no solo rebasó lo que en sus sueños estimó el gobierno de la dizque “cuarta transformación” saldría en ocho mil 918.5 millones de dólares. El gasto superará los 20 mil millones de dólares luego de la última ampliación presupuestal autorizada por el Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos, apenas el pasado 10 de agosto, por seis mil 470.7 millones de dólares para “dar continuidad” y “poner en operación” ese barril sin fondo.

Se trata de una cifra de escándalo para una obra inconclusa, que permanece inoperante y cuya vida útil será brevísima, ante la inevitable transición energética que se propone dejar de usar vehículos a gasolina en 12 años en los principales mercados y países del mundo. Para 2035, en California se prohibirá su venta, por ejemplo.

Dos Bocas es un despilfarro descomunal y hasta criminal en un contexto en el que para fondear los “monumentos” a su ego y sus programas clientelares, López Obrador ordenó desmantelar el sistema de salud pública y destruyó el abasto de medicamentos, se birló el dinero del financiamiento a la investigación científica y el desarrollo de tecnología, y el país sufre una inflación galopante, la peor en dos décadas, que su gobierno ha buscado contener con subsidios, que a la larga generan todavía más inflación y que también se pagan con dinero de los contribuyentes.

Ante la evidencia, al presidente no le quedó de otra que aceptar el desmedido sobrecosto de la refinería. Y haciendo gala de un cinismo de antología, afirmó que “tienen que estar ustedes tranquilos, y desde luego toda la población, de que nadie hizo negocio para provecho personal en la construcción de la refinería, que no hay corrupción”.

¿Cómo se le puede llamar entonces a presupuestar una obra pública en cierta cantidad, y que al final sus costos casi se tripliquen? Derrochar el dinero público que se dejó de invertir en verdaderas necesidades sociales es corrupción.

Y eso de que nadie hizo negocio con la refinería tampoco se sostiene. Dos Bocas es la base del proyecto político personal de la secretaria de Energía Rocío Nahle García, que ha usado a Dos Bocas como trampolín para sus aspiraciones de ser la próxima gobernadora de Veracruz y para lo cual, ya hasta le adecuaron el marco constitucional local a su medida.

Más allá de eso, sobre Nahle García pesan señalamientos fundados sobre que ha beneficiado a una red de negocios de sus familiares directos, que en tres años habrían recibido por lo menos unos 730 millones de pesos vía 430 contratos asignados por intermediación suya.

¿Será que Rocío Nahle hable de todo esto en el próximo masivo que ya le organiza el gobierno de Cuitláhuac García para promoverla con recursos públicos?

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