Beneficio de la duda

Beneficio de la duda
 Fabián Robles
La Fuente

La fuente escribe Fabián Robles 

Política de alcurnia –sus abuelos Joaquín Cisneros Molina y Crisanto Cuéllar Abaroa también fueron gobernadores en algún momento de la historia de Tlaxcala- Lorena Cuéllar Cisneros cumple a partir de hoy uno de sus más caros anhelos: ser por los próximos seis años titular del Ejecutivo en el estado que la vio nacer.
A diferencia de su tío Joaquín Cisneros Fernández, quien se quedó con la espina clavada de por vida por no llegar a la silla del poder, ella se sobrepuso a la derrota sufrida hace cinco años y ganó el pasado 6 de junio con una votación histórica que llegó a los 305 mil 468 sufragios.
Además, lo hizo por Morena, un partido antagónico al de sus orígenes políticos y a los de su familia: el Revolucionario Institucional. Guste o no, su raigambre tricolor no se puede disociar de los cargos de elección popular conquistados en el pasado. Bajo esas siglas, durante muchos años, encontró cobijo y labró su futuro para ser esto que es hoy.
Ahora que asume como gobernadora –la segunda mujer en la historia de la entidad-, 34 años después de que hiciera lo propio su excorreligionaria Beatriz Elena Paredes Rangel a finales de la década de los 80, sabe que las expectativas de su naciente sexenio son demasiado altas.
Lo son quizá no tanto por enarbolar la bandera de la Cuarta Transformación o por su filiación morenista, sino por ese deseo de cambio que le entregaron los tlaxcaltecas a través de un bono electoral nada despreciable, y por su condición de mujer, su linaje y experiencia política.
Por todo ese capital –que no puede dilapidarlo con decisiones equivocadas- está obligada desde el primer minuto a imprimirle un sello personal, distinto, a su mandato. Alfonso Sánchez Anaya y Héctor Ortiz Ortiz –uno cobijado por el PRD, y el otro por el PAN- no lo hicieron o no quisieron cuando les tocó el turno de gobernar.
Con ellos el frente del Ejecutivo sólo cambió el color del follaje, como ocurre en las cuatro estaciones del año, pero las ramas siempre fueron del mismo árbol: el PRI.
Por delante tiene muchos retos, pero tal vez el primero sea entender y comprender que, a partir de hoy, gobierna para todos los habitantes del estado, y no sólo para la minoría que votó por ella. Sus filias y fobias debe y tiene que sepultarlas. A nadie conviene repetir esquemas de división como los que salen a diario desde Palacio Nacional.
Cierto, la pandemia desatada por el maldito Covid complica demasiado el arranque de su gobierno, pero precisamente esa circunstancia le obliga y motiva a no perder tiempo.
Tres son las tareas que debe atender ya: cuidar que el regreso a clases presenciales no deje más afectaciones entre la población; trabajar para impulsar la recuperación económica lo más pronto posible, y reducir los índices de inseguridad.
A corto plazo también debe buscar la forma de conseguir los recursos necesarios para aportar lo que le corresponde al estado y cumplir con el compromiso presidencial de financiar de manera conjunta los programas sociales del Bienestar.
Por lo pronto, se ha ganado una buena andanada de críticas por los primeros nombramientos –y los que faltan- de quienes integran su gabinete.
A querer o no, también el discurso anticorrupción propalado hasta la saciedad por la 4T ya fue trastocado y puesto en tela de juicio con la asignación de una constancia de aspirante a notario por el mandatario priista Marco Antonio Mena Rodríguez a favor de Antonio Flores Sánchez, yerno de la gobernadora.
El ahora secretario de Gobierno, Sergio González deslindó a Lorena Cuéllar de esa decisión semejante y responsabilizó al priista antecesor, quien con esa decisión se despidió del cargo y se quedó con las ganas de terminar y de inaugurar dos de las obras emblemáticas de su administración: el nuevo Hospital de Tlaxcala y la ampliación carretera de Apizaco-Tlaxcala, incluido el tramo que le corresponde a Chiautempan y Apetatitlán.
Del futuro de Marco Antonio Mena corre la especie en los corrillos políticos que tiene estas opciones: regresar a la academia –quizás en la Universidad de Chicago- o incorporarse al gabinete federal en un futuro no muy lejano. Ya se verá.